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Antonio del Rey

Madrid, 30 may (EFE).- La Ley de Amnistía solo espera ya su entrada en vigor tras un parto difícil en el pleno del Congreso, contaminado por una enorme bronca capitalizada por Vox y con el presidente Pedro Sánchez, ausente hasta la votación, tachado de "traidor".

En el paritorio del hemiciclo la sesión comenzó extrañamente civilizada para los convulsos tiempos parlamentarios de esta legislatura, con intervenciones solemnes de los portavoces de Junts, Míriam Nogueras, y ERC, Gabriel Rufián, escuchadas en silencio y sin aspavientos desde todas las bancadas.

Un grupo de estudiantes en pantalón corto subía a la tribuna de público mientras en la de invitados ya estaban sentados algunos de los principales protagonistas del 'procés', los más beneficiados por una medida cuya gestación se ha prolongado durante seis meses y medio desde que el PSOE registró la proposición el 13 de noviembre de 2023.

Como Oriol Junqueras, Jordi Turull o Carme Forcadell -vestida de amarillo independentista-, interesados testigos de una jornada vivida como histórica hasta que el cómputo final de los 177 síes de otros tantos diputados pronunciados uno por uno, a viva voz, en votación nominal, les ha hecho estallar de alegría, entre abrazos y lágrimas.

La sesión arrancó ante el escaño vacío del jefe del Gobierno, Pedro Sánchez. No del todo, porque la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, aprovechó para depositar en su pupitre una enorme cartera burdeos, llena de papeles, mimetizada con el color de los escaños.

En los prolegómenos, el concierto de la cantante estadounidense Taylor Swift de anoche en Madrid acaparaba muchas conversaciones.

Algunos diputados estuvieron allí y lo contaban con ganas, como el ministro de Transportes, Óscar Puente, que recreaba ese "maravilloso momento" o la líder del PSOE madrileño, Mercedes González, copartícipe junto a su hija de la según algunos experiencia musical del siglo.

La oxitocina de los laboratorios Taylor funcionó lo que duraron las primeras intervenciones de los portavoces de los grupos pequeños, con sus sentencias más o menos contundentes y sus aplausos parciales.

También con los independentistas catalanes y vascos, que buscaron la solemnidad y cuyos recaditos destinados al hueco del escaño presidencial -"Después de hoy la lucha continúa" (Míriam Nogueras); "Siguiente parada, referéndum" (Gabriel Rufián)- no despertaron el hasta entonces apacible desarrollo de la sesión.

Subió a la tribuna el diputado de los comunes Gerardo Pisarello y cogió carrerilla en tono un punto mitinero y arropado por ovaciones de los de Sumar, arremetiendo contra las "fuerzas fanatizadas" de la derecha.

El siguiente fue el líder de Vox, Santiago Abascal, que se despachó con sus habituales ataques contra Sánchez, por la amnistía y por todo lo demás, sin olvidar repartir leña a un impertérrito Feijóo por su complicidad con los socialistas en el Parlamento Europeo. "¡Viva España!", concluyó, despertando otro viva de un correligionario.

Pero se había referido a Pisarello como odiador a España y el aludido pidió la palabra a la presidenta de la Cámara, Francina Armengol.

Y ahí comenzaron las contracciones. Pisarello recriminó a Abascal que hubiera rendido "pleitesía" al "carnicero de Rafah", es decir, a Benjamín Netanyahu, entre aplausos de los diputados de Sumar puestos en pie y gritos en contra de Vox. Su diputado José María Figaredo pidió contestar, pero no accedió Armengol.

Los de Vox le vocearon "¡Fuera, fuera, fuera!". En el maremágnum de insultos, reproches y lindezas que se desataron entonces hubo de todo, con un airado Figaredo en pie gritando a diestro y siniestro, indignado.

Pisarello asegura que los de Vox le llamaron desde "traidor" hasta "sudaca tucumano" (nació en 1970 en Tucumán, Argentina). Y hubo "fascistas, fascistas" lanzados desde los escaños de la izquierda a los de Abascal.

El diputado de Vox Manuel Mariscal lideró la revuelta al tachar de "traidor", señalándole con el dedo, al socialista Artemi Rallo, a quien le correspondía el siguiente turno, apelativo que repitió y repitió cada vez que intentaba hablar el socialista.

Txema Guijarro, de Sumar, se encaró con él. No había manera de que el alboroto cesara pese a los insistentes ruegos de Armengol, que llamó al orden a más de uno.

Reventadas ya del todo las hechuras del debate, Rallo aludió a Vox como el "neofacismo que embiste montaraz y cerril" poblado de "filonazis que se reúnen con Netanyahu", entre más protestas y obligando de nuevo a intervenir a Armengol.

Se calmaron algo las aguas rotas con el último orador, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con palabras contundentes contra el Gobierno muy celebradas por su grupo y que sí aludió a la ausencia de un Sánchez "tan cobarde que ni siquiera está hoy aquí", según dijo señalando a su escaño.

El padre de la criatura entró en el hemiciclo justo cuando llamaban a votación, primero telemática, de varias iniciativas debatidas el martes, y luego nominal, a cargo de todos los diputados que iban poniéndose en pie e incorporando alguna apostilla a sus "noes".

Abascal añadió "no a la corrupción, no" y dos compañeros suyos apostillaron "por una España con honra, no" y "no a la traición"; la diputada del PP María Jesús Moro exhibió una tableta con un "NO" en la pantalla mientras negaba su apoyo a la ley de amnistía.

Pero finalmente la ley superó la mayoría absoluta y tuvo menos noes que síes, entre ellos el de Sánchez, al que el diputado Mariscal, otra vez él, tachó de "traidor" con un fuerte grito.

El presidente acogió el insulto con media sonrisa y una leve negación de cabeza y esperó a la proclamación del resultado.

Hubo júbilo en la izquierda y los independentistas, abrazos en las tribunas y una ovación no demasiado larga.

Con un beso María Jesús Montero felicitó a Sánchez por el feliz alumbramiento. 




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