Miguel Martín Alonso Almería, 12 ago (EFE).- Miguel Ángel de la Cruz es el nuevo director del centro penitenciario de Albolote (Granada), una prisión de la que ya fue subdirector de Seguridad durante 14 años, y a la que regresa tras 15 años en Almería con una idea clara: las cárceles son un “lugar de oportunidades para el desarrollo personal.
El 1 de junio de 2009 se incorporó como director en el centro penitenciario ‘El Acebuche’ de Almería, que tenía “una buena inercia y un circuito de actividades bastante interesante”, aunque no falto de algunos “aspectos de mejora, sobre todo estructural”, según revela en una entrevista con EFE.
“En el ámbito estructural, el hito quizá más importante, ha sido la construcción de cuatro departamentos nuevos, con unos diseños funcionales y modernos, con mecanismos ecológicos muy funcionales. Esa intervención ha sido la más importante, porque suponía el incremento del número de plazas que se pueden ofertar para ocupación”, explica.
De la Cruz insiste en que cualquier incremento de plazas provoca a su vez que otras instalaciones complementarias se vean afectadas. “Por ejemplo, la cocina. Con una previsión de 300 personas más que pudieran ocupar el centro penitenciario, hubo que aumentarla y modernizar su capacidad, las cámaras frigoríficas, los almacenes, etcétera”, dice.
“Tuvimos que construir un almacén muy importante en el exterior del centro penitenciario. Tuvimos que hacer un departamento de comunicaciones nuevo, porque los que tenían no respondían a las necesidades de la época. También otro elemento estructural muy importante ha sido la construcción del Centro de Inserción Social (CIS)” ubicado en el barrio de El Puche, explica.
Asevera que el CIS 'Manuel Pérez Ortega' tiene en la actualidad un rendimiento “magnífico”, ya que además de acoger a los internos en régimen de semilibertad, también da cabida al servicio de gestión de penas y medidas alternativas.
“Otro hito importante, ha sido la construcción de la unidad de custodia hospitalaria en el Hospital de Torrecárdenas. Era necesario dotar de un espacio para que la custodia se realizara por los miembros de las fuerzas de cuerpo de seguridad del Estado en las mejores condiciones posibles”, según el director de la prisión.
“Los auténticos artífices de las mejoras y la buena marcha de ‘El Acebuche’ han sido su equipo directivo y la totalidad de la plantilla, cuya permanente colaboración agradezco”, sostiene.
La población reclusa
Cuando llegó a Almería, ‘El Acebuche’ mantenía a 1.200 personas que vivían dentro de sus muros y con la puesta en marcha de los cuatro nuevos módulos, se dotó al centro de 280 plazas más. “Sin embargo, las previsiones de población reclusa a nivel nacional comenzaron a decrecer. Hoy en día se mantienen abiertos los módulos que se necesitan en función de la capacidad”, añade.
En concreto, dependen de ‘El Acebuche’ 839 personas, aunque no todas viven allí, porque de esas hay que descontar unas 60 que lo hacen en el CIS, y aquellas con condenas que implican un control telemático. “Antes cada dormitorio era ocupado por tres personas y lo redujimos a dos por celda, ya que la población se ha visto reducida en un tercio”, señala.
Desde su llegada a a Almería, los delitos “clásicos” contra el patrimonio y la propiedad se han mantenido, al igual que aquellos contra la salud pública, pero dónde se ha notado un “incremento importante” ha sido en aquellos contra la seguridad del tráfico y los de violencia de género.
Apertura social
“Las personas reclusas no están excluidas de la sociedad, al contrario, continúan formando parte de la sociedad como miembros activos. No se concibe una prisión que tenga uno, que sea impermeable, a la sociedad. Tenemos que implantar una prisión abierta, abierta en el sentido de que la sociedad conozca bien lo bueno que se hace en la prisión, que se hacen muchas cosas bien hechas”, afirma sobre su forma de entender una prisión.
Para él, ‘El Acebuche’ ha sido un barrio más de Almería y ha buscado la colaboración de todo el tejido social almeriense, contando con grandes apoyos como su equipo directivo, los funcionarios del centro, los voluntarios que acuden a la cárcel, o los maestros del Centro de Educación Permanente (CEPer) ‘Retamar’, que imparten clase en las aulas de la prisión de Almería.
“Uno de nuestros papeles más importantes, aparte de ser prestadores de servicios sanitarios o alimenticios, es ofertar oportunidades, de tal forma que ningún interno o interna se quede sin hacer algo que entienda que debe hacer. Y nosotros debemos ofertar el máximo de oportunidades, para el desarrollo personal, para fomentar la cultura, la salud, el deporte, las inquietudes artísticas, las inquietudes literarias de las personas reclusas”, mantiene.
Tras muchos buenos momentos, y también alguno agridulce, ahora regresa a su Granada natal, una prisión que llegó a “conocer muy bien en su época” como parte del equipo directivo que posibilitó su puesta en marcha.
“Como todas las cárceles, tiene las problemáticas específicas que puede tener un centro penitenciario, pero estoy seguro de que me voy a encontrar con una plantilla experta, con grandes profesionales. Llego absolutamente optimista, tras 15 años en Almería, un sitio muy especial con personas que han dejado huella en mí”, concluye.
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