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INTRODUCCIÓN

Hace unos días tristemente nos encontramos con la noticia del asesinato de una persona que trabajaba dentro de un centro penitenciario. Algunos medios hablaban de lo siguiente: “Un interno de la cárcel de Mas d’Enric (Tarragona) ha apuñalado mortalmente la tarde de este miércoles a la cocinera del centro y a continuación se ha suicidado, según han explicado a este diario diversas fuentes penitenciarias. El agresor cumplía una pena de 11 años de cárcel por homicidio; según fuentes penitenciarias, había sido condenado por la muerte a puñaladas de otra mujer. Se trataba, en consecuencia, de un preso de relativa confianza y que había mostrado buen comportamiento, ya que se le había permitido acceso a utensilios de cocina potencialmente peligrosos, como cuchillos”

En un momento en el que todos los políticos se suman a la justicia restaurativa con fotos, convenios, mucho marketing, escriben columnas de opinión en las que apuestan por más medidas alternativas y más justicia restaurativa como la mejor forma de reinserción, y tratan de mostrar los excelentes resultados que dan estas prácticas me  preocupa  e indigna que se den estos terribles sucesos dentro de las cárceles.  Me podría  hacer muchas preguntas pero realmente la esencial sería ¿qué estamos haciendo mal?

APOSTAR POR LA REINSERCIÓN NO PUEDE PONER EN PELIGRO LA INTEGRIDAD DE LAS PERSONAS TANTO DENTRO COMO FUERA DE LOS CENTROS PENITENCARIOS

Soy partidaria  de la justicia restaurativa porque creo que las diferentes intervenciones que se pueden realizar son una apuesta por la reinserción de las personas privadas de libertad, así lo vimos el tiempo que pusimos en marcha el programa para privados de libertad reconexiión

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que no es la panacea y que debe complementarse con otros programas de tratamiento, y en todo caso, debe primar la seguridad de las personas que trabajan dentro de los centros y de todos los ciudadanos en general.  Creo que actualmente no están funcionando ni los programas de tratamiento, ni los supuestos programas de justicia restaurativa.  Sería  momento de repensar lo que se ha hecho hasta ahora y modificar los programas de tratamiento recordando el principio de individualización científica que en teoría rige nuestro sistema penitenciario.

De esta manera dice el  art. 72.1 de la LOGP, las penas privativas de libertad se ejecutan según el sistema de individualización científica separado en grados, el último de los cuales es el de libertad condicional, conforme determina el Código Penal.

Si pienso en la palabra individualización veo que se trata de atribuir a alguien o algo características que lo diferencien. Por tanto, al hablar de individualización como primer pensamiento podemos pensar que se trata de tener en cuenta las características propias de cada privado de libertad a la hora de elaborar su tratamiento y clasificación en grado.

Además para entender la individualización primero debo  hablar de la clasificación y esta es una operación por la cual tras la observación de la persona privada de libertad,  se le asigna un grado de clasificación o se le modifica el que se le asignó.  Esta clasificación va a hacer que se le destine a uno u otro centro penitenciario y va a ser importante para el tratamiento. Por tanto, después de observar al privado de libertad, se le otorga un grado y luego se decide el tratamiento supuestamente individualizado con un conjunto de actividades y programas más adecuados para cada persona. En este sentido el articulo 63 de la ley orgánica penitenciaria nos dice: “Para la individualización del tratamiento, tras la adecuada observación de cada penado, se realizará su clasificación, destinándose al establecimiento cuyo régimen sea más adecuado al tratamiento que se le haya señalado, y, en su caso, al grupo o sección más idóneo dentro de aquél. La clasificación debe tomar en cuenta no solo la personalidad y el historial individual, familiar, social y delictivo del interno, sino también la duración de la pena y medidas penales en su caso, el medio a que probablemente retornará y los recursos, facilidades y dificultades existentes en cada caso y momento para el buen éxito del tratamiento”

Por tanto,  dejando atrás el sistema progresivo en el que cada privado de libertad debía avanzar por cada uno de los grados, claramente este sistema al menos en el plano teórico es más favorable a la reinserción porque tendrá en cuenta las circunstancias personales, sociales, familiares y del delito cometido para ofrecer un tratamiento que más se adapte a cada interno.

Digo en el plano teórico porque en la práctica creo que  los programas de tratamiento se adaptan de forma general a cada grado pero no a cada interno dentro del grado. Es decir quizá por falta de recursos o por el trabajo ingente que eso conllevaría no hay un verdadero sistema de individualización que tenga claramente las peculiaridades de cada privado de libertad.

 Y para ilustrar esta afirmación voy a poner varios ejemplos; he visto más de una vez que se determina un programa de deshabituación de las drogas a privados de libertad que traficaron con drogas pero que manifiestan y así se comprueba que no son adictos.

Otro ejemplo una persona condenada por un delito violento al que se le invita a realizar un programa de control de los impulsos violentos, y se trata de un privado de libertad con poca capacidad de decisión, bastante manejable y que nunca sabe decir no, hubiera necesitado un programa de habilidades sociales  pero en ningún caso era un interno  violento o que no pueda controlar sus impulsos. ¿Está mal que hagan estos programas? Claramente no, sin embargo, esto revela la falta de conocimiento real de cada interno y por otro lado dudo de la eficacia real de estos tratamientos. Asimismo la supuesta individualización está guiada por los prejuicios e ideas preconcebidas propias del delito que han cometido, por ejemplo, un privado de libertad por varios delitos de estafa, automáticamente se piensa que es manipulador, que nunca dice la verdad y que no es de fiar…por tanto, todo lo que dice, o sus posibles comportamientos favorables a la reinserción no se tienen en cuenta porque no se cree en su sinceridad.

Son ejemplos que he visto y que me ha hecho pensar que no existe realmente una individualización y que los múltiples programas que se ofertan se hacen de una manera generalizada teniendo en cuenta el grado penitenciario y/o la clase de delito pero no las circunstancias de cada interno.

En mi opinión y en general en España no se conoce a cada privado de libertad más allá de su expediente y toda gira en torno  a este   que puede reflejar la evolución de la persona o no. Pero poca gente conoce a las personas que hay detrás del expediente y sino como podía el interno que ha asesinado a esta cocinera estar en puestos de confianza cuando claramente su evolución no era favorable ¿Soluciones?

Hay personas que si conocen a los privados de libertad y son los más expuestos a estos errores de tratamiento y de individualización y son los funcionarios que conviven con los privados de libertad.

  Nos basamos en los informes de los juristas, los psicólogos, los trabajadores y educadores sociales pero hay personas que los conocen mucho más y sabe realmente su evolución real dentro de la prisión. ¿Por qué no incluirlos de forma general y que tengan mucha más voz  en el proceso de reinserción?

SOBRE LOS PROGRAMAS DE TRATAMIENTO Y DE JUSTICIA RESTAURATIVA

En mi opinión también sería hora de repensar los programas de tratamiento y adaptarlos realmente a la individualización científica que propugna nuestro sistema penitenciario.

Los programas de tratamiento son en teoría aquellos que abordan problemas concretos que se hallan presentes en los internos y  que tienen vinculación directa con el hecho delictivo: conductas adictivas, falta de control de impulsos, falta de habilidades sociales, déficits educativos, etc. En la actualidad, estos programas son unos manuales que tienen todo tasado y milimétricamente controlado, la mayoría son cursos de formación, así se trata de transmitir conocimientos a los privados de libertad más que realizar un acompañamiento para que puedan reflexionar sobre el hecho delictivo y el problema que los llevó a  prisión.  No estaría mal sino fuera porque parece que desde instituciones penitenciarias solo se piensa en la rigidez y ni se les pasa por la cabeza la necesaria flexibilidad para adaptarse a cada grupo que participe en el programa y en concreto a cada privado de libertad. Todos somos diferentes y aunque tengamos dos internos que han cometido el mismo delito sus circunstancias tampoco van a ser las misma. Es perfecto que existan unos manuales pero también debería dejarse libertad para que se puedan acomodar a las personas . Se estandariza un programa con tantas sesiones tasadas y con lo que se debe hablar en cada sesión. Por poner un pero ¿y si surgen un tema importante en la sesión y no está en el manual? Cada profesional tengo claro que sabrá manejarlo pero no es de recibo que desde Instituciones Penitenciarias se apueste por la rigidez de su aplicación y estructura.

Y esto que he comentado se puede aplicar exactamente igual a los programas de justicia restaurativa. Como he dicho al comenzar, políticos de diferentes Comunidades Autónomas se unen para apostar por la justicia restaurativa, Instituciones Penitenciarias también….. y todo queda en lo mismo un taller (porque ya ni se molestan muchas veces en llamarlo programa ) de formación en conceptos como justicia, perdón, la víctima…. Y en un modelo tasado de 10 sesiones. Si partimos que el objetivo de los programas restaurativos son favorecer la asunción de responsabilidad y su voluntad de reparar el daño.  ¿Alguien piensa que esto se puede conseguir en 10 sesiones de un curso tasado? Probablemente para condenados a medidas alternativas  pueden resultar suficientes pero para privados de libertad de delitos más graves es imposible que sea así. Vemos una vez más la falta de individualización científica;  un manual de uso de talleres restaurativos para cualquier clase de delitos y cualquier condenado tanto a penas privativas de libertad como medidas alternativas. De hecho, durante el programa reconexión nos dimos cuenta de que nos costó más de un mes ganarnos la confianza de los participantes para que se decidieran a hablar y contar sus historias.

Si esto nos llevó tanto tiempo, trabajar la responsabilización pues no es una cuestión baladí y mucho menos si la metodología es impartir un curso. Una vez más la rigidez juega en contra de la flexibilidad y la capacidad de adaptación a las personas que van a participar. Pero es que además la justicia restaurativa no implica una  sola forma de aplicarla en la práctica y mucho menos supone esta rigidez. El programa reconexión tiene una duración, una metodología y unas fases pero desde luego es totalmente flexible para adaptarse a la realidad del grupo con el que se está trabajando. Y entrando en la metodología, si tenemos que buscar una verdadera asunción del daño cometido no lo vamos a conseguir siendo “profesores”, juzgando o haciendo sermones como un padre “educador” diciendo  que deben ser buenos. La justicia restaurativa proporciona espacios de reflexión en los que los privados de libertad son ellos mismos los que entienden sus acciones, el por qué están en prisión y si desean de verdad reparar el daño y ser personas diferentes a su salida. Como he dicho en varias ocasiones, no juzgamos, no sermoneamos, no imponemos nuestra escala de valores, no les decimos lo que está bien o mal….solo facilitamos que el proceso de reflexión sobre lo realizado les lleve a querer desistir del delito. Impartir un curso de justicia restaurativa puede ser bueno pero no es suficiente al menos para delitos de más gravedad.

Por eso, entiendo que los programas de tratamiento y sobre todo los de justicia restaurativa están mal enfocados, se centran en obtener resultados rápidos sin pensar que no es posible en todos los privados de libertad y que lo rápido no suele tener efectos realmente auténticos. Además se suele buscar la publicidad del posible encuentro con la victima y no solo no siempre la justicia restaurativa nos lleva a eso sino que en muchas ocasiones no es lo más recomendable.

CONCLUSIONES

Por supuesto, no hay una solución mágica para favorecer la reinserción ni estoy capacitada para darla. Sin embargo, en mi experiencia los programas de tratamiento necesitan ser repensados a los ojos de una verdadera individualización científica. Asimismo ya que la justicia restaurativa gusta tanto a los políticos y está de moda, los programas que se hagan no pueden caer en los mismos errores que los programas de tratamiento. Las intervenciones restaurativas requieren de flexibilidad y de personas con formación adecuada en justicia restaurativa. Asimismo se debe entender que el facilitador de justicia restaurativa no es un mediador, no es terapeuta y no asesora. Y por supuesto, debemos empezar a dar más voz a los funcionarios que son los que realmente conocen a los privados de libertad y que pueden aportar mucho a la hora de individualizar el tratamiento.




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