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INTRODUCCIÓN

Hace unos días unos niños estaban jugando al futbol cuando un encapuchado se abalanzó sobre ellos y apuñaló a uno de ellos hasta la muerte. De repente, un pueblo pequeño típico de España se vio conmocionado por este terrible asesinato a lo que se ha sumado la detención del presunto culpable un joven de esa localidad de veinte años.

Este suceso ha acarreado muchas víctimas, la familia del niño asesinado, los demás niños y sus familias que vivieron en primera persona el asalto e incluso la familia del presunto culpable.

En estos momentos todo son preguntas, historias sobre cómo es el presunto culpable, por qué lo ha hecho, en qué situación están los amigos del niño…

LA VIOLENCIA NO SE  PARA CON ODIO Y MÁS VIOLENCIA

Lo primero que debemos reflexionar es sobre el clima de crispación que nos está afectando y que creo nos han inoculado por la crispación politica. Cuando se estaba investigando quién era el responsable, las redes se llenaron de mensajes de odio señalando como posibles culpables a personas migrantes. No solo el odio se extendió sobre las redes sino que llegó al representante de la familia tan solo por pedir tranquilidad y que no se pensara en determinadas personas por razón de su etnia o cultura.

Si realmente estamos en contra de los hechos violentos, debemos tener claro que esta espiral de violencia no se parará con más violencia ya sea física o psicológica porque los mensajes de odio pueden conllevar más violencia física.  Este caso está siendo claramente un ejemplo de cómo las víctimas no son realmente punitivas y somos los que nunca hemos sido víctimas los que somos punitivos y solemos pensar con más frecuencia en una posible venganza.

Es normal  sentir este  dolor, ya que de repente el mundo donde vive la gente  ha dejado de ser bonito y nos damos cuenta de que a las personas buenas les pasan cosas malas. Es lógico querer que se haga justicia e incluso fantasear con estos deseos de venganza pero lo que no podemos permitir es que haya una oleada de violencia a causa de este crimen.  Ni señalar como responsables a personas por razón de su origen.

Se habla de los bulos y como se difunden en las redes sociales, y el problema es que la única solución que encontramos es prohibir y castigar penalmente. Nadie se plantea que el mayor problema en la actualidad no son solo los que difunden bulos sino todos nosotros ya que estamos perdiendo los modales y las formas. Me he encontrado frecuentemente con situaciones en las que veo personas denunciar los bulos pero con el mismo grado de violencia y odio que las personas que los difunden. Y esto es como querer matar moscas a cañonazos.

Si nos preocupa las personas que generan odio, señalan a personas o a colectivos debemos repensar por qué la gente aprovecha espacios anónimos para odiar, desinformar  y deshumanizar. Esta sería la primera cuestión:  qué está pasando con los seres humanos para que se esté radicalizando las redes y por tanto, indirectamente nos esté polarizando . ¿Dónde queremos ir como sociedad?

 Hace unas semanas hablaba de la crispación política y cómo nos influye y polariza y creo que todo está unido, las nuevas tecnologías pueden tener cosas buenas pero también nos permite ocultarnos para hacer y decir muchas cosas que probablemente nunca diríamos o al menos no de esa forma con nuestros nombres y apellidos.  Prohibir simplemente nunca es la solución porque cuando existe odio siempre se encuentra otras fórmulas de verterlo en la sociedad, quizá es más necesario comenzar por la educación y repensar los valores con los que están madurando nuestros niños y niñas.  Y me refiero a ellos porque son tecnológicos desde su nacimiento, y es muy diferente a nosotros que sabemos lo que es salir a la calle sin estar localizados con un teléfono y hemos vivido un mundo sin internet y sin redes sociales. ¿Será el momento de involucionar en cuanto a la tecnología moderna para permitir que nuestras relaciones sociales sean humanas y no simplemente en el mundo virtual? No lo sé, entiendo que es una pregunta compleja pero deberíamos reflexionar. Desintoxicarnos de las redes, no permitir que los niños y niñas tengan un móvil desde muy pequeños, fomentar que jueguen de otra manera, y que nosotros mismos apartemos el móvil de nuestras mesas cuando quedamos con amigos o familiares para tomar algo sería un gran comienzo.

ENFOQUE RESTAURATIVO EN DELITOS QUE MÁS ALARMA SOCIAL CAUSAN

Desde mi punto de vista nos estamos haciendo preguntas incorrectas cuando intentamos dilucidar los porqués de delito.  Para los investigadores entiendo que es importante buscar el motivo del daño causado, cuáles son las intenciones que guiaron a la persona para cometer el delito. Sin embargo, muchas veces el por qué resulta imposible de determinar porque no es algo que se dé de manera repentina sino que es producto de una serie de situaciones, vivencias, y  circunstancias que se dan en las personas. Es decir hay que tener en cuenta el contexto de cada caso y de cada persona ofensora.

Por eso y para la justicia restaurativa la pregunta esencial sería qué estaba pasando con esta persona en este caso con este chico. No se trata de justificar el delito sino de comprender que nadie se levanta una mañana y decide que va a delinquir , es un proceso y se debe tener en cuenta.  Tampoco podemos pensar que el único culpable de lo sucedido es la persona ofensora, debemos comenzar a pensar que en muchos casos el sistema y nosotros como sociedad fallamos en procurar la atención adecuada a ciertas personas o en prevenir estos acontecimientos.

Por supuesto, que el que cometió el delito es una persona pero las circunstancias podrían ayudar a prevenir estas conductas o incluso disuadir a otras personas a repetir estos delitos. Frente a la justicia tradicional que se centra en la persona ofensora y por qué lo hizo, en la justicia restaurativa entendemos que el delito además del daño supone una quiebra de la confianza de las personas, nos debilita como comunidad y debemos acudir al origen para poder reflexionar, valorar y prevenir que se reiteren estas conductas o se estigmatice al entorno de la persona ofensora o incluso a la víctima y su familia.  Esto suena bastante utópico especialmente en un mundo un tanto individualista pero la realidad es que somos parte de un todo y si una persona no se siente así y desconecta es cuando pueden surgir conductas violentas.

El miedo a la desconexión nos hace vulnerables y si una persona ya se siente así dejará de importarle si hace daño a su entorno porque sentirá que no es parte de este grupo. Es algo simplista y el lector puede pensar que estoy justificando pero nada más lejos de la realidad.

Si nos limitamos solo al castigo, si finalmente el chico es declarado culpable podemos aliviar en parte el dolor de la familia y dar cierta seguridad a la comunidad de que esta persona no lo va a volver a hacer en un tiempo.  Pero la sensación de pérdida de confianza en el otro, de etiquetar a personas que consideramos diferentes por miedo a que sean potencialmente asesinos va a continuar y en lugar de prevenir que se repitan vamos a continuar propiciando condiciones para que las personas desconecten y al no sentirse parte del grupo decidan dañarlo. No es lógicamente un argumento que se de en todos y cada uno los casos  porque existirán otras variables determinantes pero si es algo que debemos tener en cuenta si queremos que hacer justicia no sea solo castigar sino intentar remover las causas, las circunstancias, el contexto y/o la falta de atención a ciertas patologías que pudo ser determinante en la comisión del delito .  Solo así podemos dar un poco de confianza a las personas para que puedan recuperar al menos parte de su seguridad. De ahí, que reitero que también es oportuno mirar qué más ha fallado, en qué no ha sido diligente el sistema o la sociedad o el entorno para que esto haya pasado. En algunos casos no habremos fallado pero en otros es probable que si se hubiera actuado diferente, se hubiera disminuido el riesgo de que la persona ofensora hubiera causado daños tan graves.

El reproche penal en delitos más graves debe existir pero si sería oportuno un enfoque restaurativo (que va más allá de realizar una práctica concreta ) para reflexionar sobre el contexto de las personas afectadas y poder ofrecer una atención adecuada que los ayude al menos a mitigar el dolor. En este caso, la reparación del daño a la familia de la víctima es realmente difícil porque no hay nada que pueda compensar el dolor de haber perdido a un ser querido pero siempre preguntando a las víctimas se puede al menos aliviar el dolor. Lo lógico es que la persona ofensora propicie esta reparación pero no siempre esto es posible y en estos casos, el sistema, la justicia debería ofrecer una reparación creativa adecuada a sus necesidades. Esto la justicia tradicional no lo va a hacer poque no es su función, por eso los servicios de justicia restaurativa deberían ser un complemento a esta justicia tradicional que se ocupe del aspecto emocional del delito . (Pero para que esto pueda suceder debería dejar de pensarse que toda la justicia restaurativa se reduce a determinadas metodologías, que siempre llevan al encuentro conjunto y que cuando hacemos justicia restaurativa impartimos un curso de formación) Se puede realizar diferentes intervenciones restaurativas siguiendo los principios de la justicia restaurativa como brújula para saber que estamos haciendo lo correcto. Y por supuesto, estas intervenciones no sustituirían la terapia sino que sería un complemento ya que los facilitadores no hacemos terapia.  Y estas intervenciones restaurativas deberían abarcar a la víctima pero también a las demás personas que de alguna manera se ha visto afectadas por el delito. No significa que siempre las intervenciones restaurativas deban ser tan inclusivas, es cierto que es deseable porque de alguna manera el daño que genera el delito nos afecta a todos. Sin embargo, hay algunos delitos que por la alarma social que crean, porque se producen en entornos más pequeñas o entre personas que tienen cierta relación es necesario abordar los daños de una manera más global.

JUSTICIA RESTAURATIVA PARA TODOS LOS AFECTADOS POR EL DELITO

Algo que me pareció muy triste es que en las primeras horas después del asesinato se entrevistó a una psicóloga en uno de tantos programas de televisión que se nutren del morbo de los delitos.

Se la preguntó como lo podrían estar pasando los compañeros del niño asesinado que asistieron con horror a todo lo que sucedió. Pues esta señora no dudo ni un segundo en afirmar que lo que les esperaba  era un trauma de por vida. ¿Eres psicóloga  y no te planteas ninguna otra opción que un trauma de por vida? Primero no pensó que algún familiar de estos niños y niñas podrían estar viendo el programa. Si lo hubiera pensado ni se hubiera planteado transmitir que no había nada que hacer y que estos niños estaban condenados de por vida a vivir con trauma. ¿Acaso cada persona no es diferente a la otra? Un hecho traumático puede impactar de diferente manera en las personas y para esto están las diferentes terapias y programas que ayuden a entender el trauma y gestionar la resiliencia Como dice una persona que conoce el tema a la perfección ¿no será que nos quieren “enfermos”, a lo que yo añado enfermos y “etiquetados”? La realidad es que si un médico no se rinde ante una enfermedad incurable ¿por qué se emiten diagnósticos generales sin haber revisado a un solo niño? Y ¿ por qué se quita valor a la capacidad de resiliencia del ser humano y a las diferentes terapias y apoyos que puedan recibir los chicos?

La atención psicológica es esencial para personas que se ven afectadas por un hecho traumático pero la realidad es que además existen otros programas que pueden ayudar en la gestión del trauma y la resiliencia.  Cuando se sufre un trauma es importante buscar fórmulas para superarlo y las intervenciones restaurativas con facilitadores debidamente preparados son un complemento a esta atención terapéutica.  En este sentido, los programas individuales en los que trabajamos con un solo de los grupos de afectados por el delito propician espacios de diálogo, comprensión y acompañamiento en los que las personas sienten que no están solas y que otras personas comparten sus miedos, sentimientos  y necesidades. La importancia de estos programas en los que no hay encuentro con la persona ofensora radica en generar estos lugares seguros y de confianza donde las personas se sientan libres para hablar o no, para contar lo que necesiten sobre su historia y sobre todo para comenzar el camino hacia la sanación. Para facilitar estos programas , por supuesto,  es necesario tener conocimientos de gestión del trauma y la resiliencia pero no es necesario ser psicólogos (porque no hacemos terapia) De hecho, frecuentemente me he encontrado con personas facilitadores a los que les cuesta separar su profesión de la facilitación de procesos restaurativos y tienen dudas sobre los límites entre la terapia y la justicia restaurativa.

Si verdaderamente queremos ofrecer un abordaje integral a lo sucedido el sistema debería ofrecer diferentes programas con enfoque restaurativo y no solo psicológico que permitan a los afectados comenzar su camino hacia la sanación. Todo esto es mucho más rentable que tener niños “diagnosticados” de por vida y sin esperanzas de poder llevar una vida mínimamente normal. Muchas personas pensaran que no todo es tan fácil, efectivamente nadie dijo que fuera sencillo y a muchos niños les resultará un camino complicado pero con los debidos apoyos se puede conseguir. No debemos despreciar la capacidad del ser humano de superación pero para esto es importante tener como apoyo a los profesionales adecuados .

Lo mismo diría de la familia del presunto agresor, qué complicado debe ser admitir que tu hijo ha causado tanto daño, y qué importante es ofrecer espacios para que estas personas puedan hablar, tener voz sin sentirse juzgados. Desgraciadamente el estigma de ser un delincuente arrastra también a la familia y conlleva sentimientos de vergüenza.

Si queremos propiciar un mundo en el que la violencia no genere más violencia, en el que las personas puedan sentirse parte de la sociedad necesitamos más programas restaurativos facilitados por personas debidamente formadas y que fomenten espacios para construir, fortalecer o reparar comunidad.  Espacios para los niños y sus familias, para la familia del presunto agresor, para las otras personas del pueblo de ambos chicos. Son diferentes lugares y todos tienen en común fortalecer a la comunidad porque sentirse parte del grupo hace que disminuya la violencia. Como he dicho, las relaciones fuertes son las que realmente disuaden de cometer delitos y no el castigo. Además los deseos de venganza se reducen si se generan espacios para la sanación.

CONCLUSIONES

La justicia restaurativa no se reduce a una metodología concreta, es posible diseñar programas ( no cursos de formación) que con unos objetivos congruentes con los principios de la justicia restaurativa puedan ayudar a todos los impactados por el delito y la violencia. Estas intervenciones debidamente facilitadas por verdaderos profesionales de la justicia restaurativa no mediadores, no voluntarios o psicólogos y con una duración en el tiempo contribuyen a que las personas puedan comenzar su camino hacia la sanación. De esta manera,  podrán encontrar un sentido diferente a lo vivido que les pueda permitir continuar con su vida. Evitamos diagnosticar y etiquetar a personas como víctimas o enfermos de por vida.  Para que esto sea una realidad general  disponible para todas las personas necesitamos que se entienda las posibilidades de la justicia restaurativa, no se la legisle limitando y no se escuche exclusivamente a los pseudoexpertos. De esta manera programas que venimos ofreciendo desde entidades como la Sociedad Científica de Justicia Restaurativa de forma muy limitada podrían generalizarse. Además estaría bien generar una pedagogía restaurativa en los medios de comunicación a la hora de tratar los delitos que más alarma social, necesitan repensar su enfoque y ser más humanos que profesionales, por ejemplo, ofrecer  un testimonio de un padre desesperado porque su hijo ha matado a un niño, no aporta nada y sin embargo, estigmatiza y revictimiza. El enfoque restaurativo  escucha no impone, no interroga, no cuestiona, no tranquiliza significa “abrazar” el dolor de las personas y acompañarlas en su camino de superación.




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