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Madrid, 30 may (EFE).- Quebrantar una orden de alejamiento dictada por un juzgado es delito, por mucho que la víctima a la que se busca proteger consienta o facilite el acercamiento al agresor.

Fuentes policiales consultadas por EFE tras el asesinato de Maialen en Vitoria a manos de su expareja, sobre la que pesaba una orden de alejamiento, destacan que la posición de la víctima en estos casos es irrelevante; hay un quebrantamiento de condena o de medida cautelar y hay que detener al agresor.

La mujer había comunicado a la Ertzaintza que no se sentía en peligro y el consejero vasco de Seguridad, Josu Erkoreka, indicó que se había producido un quebrantamiento "consentido".

En los primeros años de aplicación de la Ley integral contra la violencia de género, aprobada en 2004, hubo criterios dispares en los tribunales, pero la sala segunda del Tribunal Supremo aprobó un acuerdo de pleno no jurisdiccional en 2008 en el que dejó claro que "el consentimiento de la mujer no excluye la punibilidad a efectos del artículo 468 del Código Penal".

Y según ese artículo, quienes quebranten "su condena, medida de seguridad, prisión, medida cautelar, conducción o custodia serán castigados con la pena de prisión de seis meses a un año si estuvieran privados de libertad, y con la pena de multa de doce a veinticuatro meses en los demás casos".

La Asociación Clara Campoamor, que protege a mujeres víctimas de violencia machista, se ha personado como acusación popular en el procedimiento judicial abierto tras el asesinato de Maialen y cree que "algo ha fallado" al valorar el riesgo que sufría esta mujer.

En opinión del abogado de esta asociación, José Miguel Fernández, "no es tan importante" que el autor del delito de quebrantamiento fuera o no detenido; lo más grave es "la última evaluación de riesgo" y la falta de medidas para protegerla.

El consejero vasco de Seguridad reconoció que la Ertzaintza tuvo dos contactos con la víctima, uno en enero y otro diez días antes de su muerte, en los que ella declaró que "no se sentía agredida ni en peligro, que quería mantener la afectividad -con su pareja- y que estaba trabajando por la retirada de la orden de alejamiento. 




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