Virginia Domingo de la Fuente
INTRODUCCIÓN
“Qué pasa con los protocolos contra el ‘bullying’ en la Comunidad de Madrid: “Es luchar contra un muro de hormigón” Una familia denuncia una agresión sexual a su hija de 14 años en un instituto madrileño, pero la dirección no ve indicios de acoso escolar. El número de casos de acoso ha crecido un 30% en Madrid desde el final de la pandemia”
Desgraciadamente en los últimos meses están saliendo a la luz noticias como estas y otras relativas a agresiones sexuales entre niños y adolescentes que están generando una preocupación generalizada por no saber qué está pasando o que estamos haciendo mal
FRENTE A LAS CONDUCTAS VIOLENTAS LO PRIMERO QUE SE NOS OCURRE CASTIGO
Frecuentemente ante el aumento de conductas violentas o de delitos que más alarma social generan es costumbre pensar en aumentar las penas o el castigo para disuadir que se reiteren estas conductas
Pero incluso en casos como el bullying es frecuente que por proteger a la víctima se la acabe revictimizando y castigando ya que la solución suele ser enviar al niño o niña a otro colegio diferente, esperando que las conductas violentas no se repitan y lo que es peor que la persona que fue víctima se olvide de lo sucedido como por arte de magia. Mientras se suelen dejar en los mismos centros educativos a las personas que han cometido el bullying y a todos los demás que se han mantenido en silencio, sin hacer nada por evitarlo o por denunciarlo. De esta forma ¿pensamos que solucionamos algo? Es un problema porque aunque se dice que hay protocolos anti acoso en los colegios una y otra vez vemos, como si los hay, claramente no están funcionando. Algunas veces porque estos protocolos no dejan de ser simples charlas de sensibilización o porque se utilizan herramientas que no sirven para el caso del acoso por ejemplo la mediación.
Y siempre de fondo, la idea que subyace como venimos reiterando, es aumentar los castigos, o incluso disminuir la edad de responsabilidad penal como si el temor al castigo fuera un evidente disuasorio de la comisión de delitos o conductas violentas.
La realidad demuestra que es escaso el poder disuasorio y sobre todo, hay que resaltar que este aumento del punitivismo no acude al problema y el origen de estas conductas no es por qué suceden sino que está pasando con los chicos y chicas para que se reiteren estas conductas. La justicia tradicional es conductual, nos centramos en qué paso, y por qué, entendemos que los seres humanos actuamos bajo pensamientos racionales y por eso, usamos el castigo como efecto disuasorio. Sin embargo, la justicia restaurativa es relacional, pensamos que preguntar por qué es algo que nunca da buenos resultados puesto que muchas veces las personas no saben. Lo mejor es pensar qué está pasando con esta persona para que haya hecho esto y que detonantes emocionales han sucedido para que ocurriera el daño. En justicia restaurativa, al contrario de lo que ocurre en la tradicional, creemos que las relaciones fuertes disuaden de cometer delitos. Por eso, parte de las prácticas restaurativa no son solo la reparación del daño sino la construcción de relaciones, si no las había o el fortalecimiento de las mismas, si se habían debilitado. Solo con estas premisas de entender que todos somos importantes para la comunidad, podremos ayudar a las personas acosadoras a valorar que su comportamiento no es aceptable pero que tiene oportunidad de actuar desde ese momento en adelante diferente y para esto, deberá hacer lo correcto (mitigar el daño causado).
CHARLAS O TALLERES DE SENSIBILIZACIÓN
Las charlas de sensibilización y los talleres de formación son un instrumento interesante para hacer pedagogía pero por si solos no sirven para generar cambios de conducta que ya se está dando, especialmente si hablamos de daños graves y continuados como el acoso escolar. Esto es igual que en el ámbito penal, por mucho que desde Instituciones penitenciarias se pensara que un curso estructurado sobre que es justicia, las víctimas, el daño y la responsabilidad es suficiente para que las personas decidan cambiar, esto no es nada más que un pequeño comienzo y no se puede equiparar a programa.
De hecho, en justicia restaurativa el facilitador no juzga, no sermonea, no etiqueta por tanto si queremos utilizar justicia restaurativa en casos de acoso, lo que no vamos a hacer es decir a los chicos y chicas, no podéis insultar a vuestros compañeros/as, está mal decirles cosas feas, es horrible lo que hacéis….En Justicia restaurativa realizamos un acompañamiento con las personas que causaron el daño, les ayudamos para que entiendan de forma progresiva que sus acciones dañaron a otras personas y que es necesario evitar repetirlas y sobre todo reparar o mitigar el dolo causado. Si queremos aplicar justicia restaurativa necesitamos tiempo y sobre todo diseñar el programa que vamos a usar de forma adecuada a las características y necesidades de las personas y el lugar. Desgraciadamente ya sea en el ámbito penal o en el escolar en España tenemos tendencia a pensar que crear un curso estructurado, dar charlas motivacionales a las personas son suficientes para evitar que se repitan los daños o incluso para que la persona que los causó se responsabilice. Esto no es sencillo, ni siquiera es así de fácil y ni mucho menos todo se reduce a que el acosador y acosado se reúnan conjuntamente para hablar.
Estos errores conceptuales que estamos teniendo perjudican el posible trabajo que se podría hacer en los centros escolares, no solo para solucionar los problemas de acoso sino para prevenir otros y en todo caso, generar una convivencia más pacífica. Y lo mismo podríamos decir en el ámbito penal y penitenciario en el que parece que solo se busca lo rápido y la foto fácil, los procesos de justicia restaurativa especialmente en delitos graves como el abuso necesitan tiempo, tanto para trabajar con víctimas como con personas ofensoras. No se puede pensar que hacer justicia restaurativa es terapia. Y la terapia es perfecta tanto para las personas que sufren daño como las que lo causan pero no es justicia restaurativa ni pretende serlo. Sería conveniente dejar de confundir porque hemos llegado al momento caos, en el que todo es justicia restaurativa y todo es fantástico ( y mejor si se traduce en teatro, películas, danzas o lo que se tercie) pero la realidad es que los daños se producen y las malas prácticas se repiten (ya he escrito en alguna ocasión ejemplos de procesos restaurativos en abusos dentro de la Iglesia y como se han gestionado de forma revictimizante, y a pesar de esto, se venden como exitosas e incluso hasta se escriben libros con estas experiencias).
Pero volviendo al acoso escolar lo que está claro que se necesita buscar otras fórmulas complementarias para estos teóricos protocolos que se suponen existen y que puedan de verdad generar procesos de sanación y de prevención.
MEDIACIÓN NO ES JUSTICIA RESTAURATIVA
El principal problema es la confusión latente entre justicia restaurativa y mediación (confusión por otro lado normal si vemos que entidades como algunos foros europeos siguen hablando de esta mediación como una herramienta restaurativa). Es entendible que cuando un padre o madre cuyo hijo ha sido acosado ponga el grito en el cielo cuando le ofrecen una mediación con el acosador. Y por tanto, es evidente el estupor de algunos programas de televisión cuando escuchan que les han planteado esto.
Evidentemente y ya lo hemos hablado en muchas ocasiones, la mediación se aplica cuando hay un conflicto en el que hay corresponsabilidad, ambas partes contribuyen en mayor o menor medida a él. Podríamos hablar de mediación entre escolares cuando existe un problema reiterado de convivencia entre dos chicos o chicas que genera peleas o insultos mutuos.
Sin embargo cuando hablamos de justicia restaurativa, estamos hablando de desequilibrio, una parte ha sufrido un daño y otra lo ha causado, no hay equilibrio y precisamente se utilizan las diferentes prácticas restaurativas para favorecer el empoderamiento de la persona acosada y la responsabilización de la persona acosadora (y estas diferencias son evidentes tanto en este ámbito como en cualquier otro como el penal). Por eso, es incompresible que se siga hablando de mediar, si pensamos en las herramientas de esta justicia, existe una que es la reunión víctima-ofensor que se llamó en algunos países mediación penal, sin embargo aunque se llamó mediación penal la única coincidencia que tiene con la mediación es el nombre. Porque como hemos visto en cuanto a objetivos y forma de facilitarla es radicalmente diferente a una mediación donde hay mesas parejas y las partes son contendientes y no una víctima y una persona que causó daño. Sería deseable que foros llamados a ser los entes directivos en esta materia dejarán de confundirlo y que las leyes que se hagan dejen de incluir en el mismo saco la mediación, porque aunque sean pioneras no dejan de mezclar conceptos y lastrar el uso y los beneficios de la justicia restaurativa.
Siguiendo esta idea lo que si se debería es actuar con enfoque restaurativo desde el mismo momento en el que se detecta un caso de acoso y diseñar un programa (lo cual no implica un curso a medida solo sino pensar en objetivos restaurativos prioritarios, prácticas restaurativas a utilizar, actividades no restaurativas que se usaran como complemento, duración etc.). Así se logrará no solo actuar para solucionar el caso concreto una vez se ha dado el acoso sino que se diseñaran programas como el que nuestra compañera de la Sociedad Científica de Justicia Restaurativa, Aitziber Bilbao puso en práctica en un Centro escolar en Euskadi, y se podría detectar conductas violentas antes de que vayan a más, prevenir comportamientos que puedan acabar en violencia y sobre todo favorecer la construcción de comunidad entre los chicos y chicas a través de valores restaurativos que les sirvan para su vida de adultos. Puede sonar utópico pero esto sería una forma interesante de intervenir en casos de bullying.
CONCLUSIÓN
Lo primero sería dejar de pensar que el castigo y que el derecho penal es la panacea y la solución a todos los problemas. Nadie se levanta una mañana y decide que va a acosar a un compañero/a, que va a abusar de otra persona…las personas somos una mezcla de historias, y somos más emocionales que racionales, por tanto habría que acudir cómo hemos dicho, al por qué, qué está pasando con esta persona, cuales son sus circunstancias y su historia y así no solo evitar que siga dañando al compañero en concreto sino que entienda la importancia de las relaciones y no vuelva a repetir conductas similares.
Pero para que esto suceda las instituciones tanto penales como escolares y en general, el sistema debe entender que la justicia restaurativa es flexible, no implica solo un taller de sensibilización, no es burocrática sino que requiere tiempo, planificación y sobre todo cooperación de las instituciones escolares con personas expertas en justicia restaurativa y otros profesionales como criminólogos, educadores….No todas las intervenciones que se hagan serán restaurativas pero no por eso serán malas.
De hecho, lo que puede marcar la diferencia es el diseño de un programa especifico de justicia restaurativa y su combinación con otras actividades no restaurativas pero que eduquen, sean pedagógicas y en su conjunto ayuden a los niños y niñas a entender la importancia de la comunidad y de ser parte de ella respetando que todos somos diferentes y asumiendo la importancia de responsabilizarnos cuando hacemos daño a otra persona.