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Estaba haciendo unas compras en el supermercado y la amable cajera le dice a una niña que iba acompañada de su madre: “…¡Qué bien que ya has acabado el cole! … pero seguro que no es tan bien para tu mamá…”.

La frase, cotidiana por otra parte, no dice nada y dice mucho, muchísimo.

Hoy empieza formalmente el verano. Las tradiciones más ancestrales celebran el solsticio que se aprovecha para intentar hacer una especie de renacimiento, como hacen multitud de seres vivos, siguiendo los cursos vitales de la naturaleza. En muchas latitudes, este sentimiento se escenifica echando a la hoguera todo aquello que ya no se quiere o no sirve. Hacemos desaparecer lo malo y confiamos en que aflorará lo bueno.

Eso era la cosa ancestral de la que quedan estos bucólicos recuerdos en forma de tradición más o menos adulterada con el paso de los años. Hoy, nuestra moderna sociedad, se ha llevado por delante el encanto de aquellos tiempos tribales para convertir el verano en algo cada vez menos apetecible: Temperaturas de récord nunca vistas en años, sol abrasador, sequía; hogueras sí, pero de bosques enteros con algún que otro núcleo urbano de propina… Esto, puede equipararse a la situación que estamos viviendo en materia de conciliación de la vida familiar y el trabajo. La palabra, el concepto y la expresión suenan bien, pero ahí están los Juzgados de lo Social plagados de demandas sobre la materia. Y vistas las experiencias judiciales que hemos vivido y vamos viviendo a lo largo de los años, cada vez está más claro que el actual marco legislativo sobre la materia no solo no funciona, sino que además crea más problemas que soluciones. Y no nos engañemos, al final de la película, le colocamos el muerto de la decisión a un pobre Juez que tiene que acabar decidiendo como buenamente puede, porque seguimos teniendo muchas más sombras que luces en todo esto.

Suelto mi opinión y cierro: El problema se ha venido abordando históricamente desde la óptica de las relaciones laborales, cuando a mi modestísimo modo de ver, debe abordarse desde una visión integral de las relaciones humanas. No es ni debe ser solo un problema entre empresarios y trabajadores. No es cosa de buenos o malos (siendo el bueno o el malo el del lado desde que se mire…). Es un problema social de primer orden que afecta a todo el mundo porque todos somos humanos y todos tenemos una familia, seamos trabajadores, empresarios, autónomos o nada de todo esto. Las personas tienen parejas, hijos, padres, etc… No solo las que trabajan o mantienen algún tipo de relación productiva con los demás. Ver esto solo desde la óptica de las relaciones laborales es verlo en forma limitada, parcial y sesgada y así jamás se llegará a resolver. Las sentencias judiciales seguirán creciendo…. Y la buena señora del supermercado seguirá oyendo las mismas palabras de la cajera, año tras año.
Creo que las ramas, no nos estan dejando ver el bosque... antes de que se nos queme, claro.




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