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Paula Boira Nacher

Madrid, 21 may (EFE).- Declarar en un juzgado nunca es fácil. Todavía menos para los niños. Todavía menos si tienen que hacerlo contra sus padres. Por eso cuando los menores traspasan la puerta del Juzgado de Violencia sobre la mujer nº1 de la calle Albarracín de Madrid y se encuentran con Eika todo se vuelve más sencillo.

Eika es un labrador negro de nueve años que en el marco del proyecto "Perros de Apoyo a Menores en Juzgados" acompaña a los niños y niñas que declaran como víctimas o testigos de delitos durante su paso por este espacio hostil para ellos.

Desde que el menor traspasa el detector de metales ubicado en la entrada del juzgado, Eika lo espera al otro lado junto a personas como Saskia Van Liempt, de Dogtor Animal, empresa que lleva más de 10 años trabajando con perros de intervención, psicólogos, educadores y adiestradores que ayudan a niños con dificultades sensoriales, problemas neurológicos, en exclusión social o víctimas de violencia de género.

"Recibimos a los menores nada más entran y hacemos un ratito de vinculación, casi siempre a través del juego para que el niño conecte con el perro", relata Van Liempt.

Una vez presentados, el menor coge la correa y el perro le guía a través del juzgado. "De esa forma ellos focalizan mucho su atención en lo que el perro les está enseñando y se sienten más tranquilos", cuenta la trabajadora de Dogtor Animal.

Desde que se iniciara el proyecto en 2014, 528 menores se han beneficiado del mismo durante sus entrevistas forenses en sedes judiciales de violencia de género, familia e instrucción.

Este servicio, no obstante, debe solicitarse previamente y estar autorizado por un juez. La familia del menor rellena un formulario que entrega a la oficina de asistencia a víctimas de delitos (OAVD) donde hace constar que al niño le gustan los animales y no tiene ninguna alergia, tras lo que el magistrado aprueba que el can esté presente en la prueba preconstituida.

Es el paso más importante del proceso y permite que el menor solo tenga que declarar en una única ocasión y con todas las garantías para que la prueba sea válida durante todo el proceso judicial.

Dicha declaración se realiza en la sala Gesell, formada por dos habitaciones anexas unidas por un espejo bidireccional.

Una de ellas es luminosa, con juguetes y mobiliario de color, donde el menor responde a las preguntas que le traslada un psicólogo, las cuales han sido previamente pactadas por el juez, el fiscal y las partes, ubicados en la sala contigua al espejo, invisibles para el niño.

Junto al niño está presente el perro, cuya presencia y contacto directo facilita que éste "se sienta más tranquilo", establezca una mayor vinculación con el equipo judicial y "pueda hacer una mejor declaración", en palabras de Nieves Martínez, una de los psicólogos que entrevista a los menores declarantes.

"La función concreta de estos perros es darle apoyo, sobre todo emocional, a los menores que pasan por el juzgado", asegura Van Liempt, quien explica como estos canes "ayudan a rebajar la ansiedad" de los niños antes, durante y después de declarar.

Tanto es así que hay niños que incluso eligen contarle lo que han visto y vivido al perro antes que al psicólogo. "Un perro nunca te juzga, su mirada siempre es fiel y tranquila", apunta la compañera de Eika, quien cuenta como en una ocasión una niña que era incapaz de trasladar su declaración a los técnicos del juzgado acabó levantando la oreja a la perra para revelarle a ella lo ocurrido.

Los niños son plenamente conscientes de lo que están contando, del por qué lo hacen y de las consecuencias que puede tener su testimonio ya que, como advierte Martínez, los técnicos del juzgado deben explicárselo.

La razón es que los menores cuentan con una dispensa y pueden escoger no declarar si el acusado es uno de sus progenitores y su relato puede perjudicarlo, apostilla la psicóloga.

La demanda del servicio de perros de apoyo en juzgados aumentó un 92 % en 2022 con respecto a 2021 y se utilizó no solo para acompañamiento en las declaraciones de los menores, si no también como mediador familiar, como facilitador de la adaptación del niño al juzgado en la sala de espera, como interacción puntual en momentos de crisis e incluso en declaraciones del menor en sala.

Los casos vinculados a violencia supusieron el 60 % de las intervenciones de estos canos, que también participaron en revisiones de custodias o casos de abuso sexual.




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