La OCDE y el G-20 “declararon la guerra” a las multinacionales hace tiempo. A las “multinacionales” como ente abstracto, encarnación del mal, al menos en aquella parte en que “el mal” supone un menoscabo para las arcas públicas de “los miembros” (de la OCDE y el G-20): eluden el pago de impuestos. Y a las multinaciones, en general, sin distinguir demasiado entre unas multinacionales y otras: desde hace tiempo son todas culpables, culpables más que sospechosas. Y a las multinacionales como “encarnación del mal” sin matices, sin manejar demasiado el concepto de “generación de riqueza”: esas mismas multinacionales emplean a cientos de miles de personas, contratan a cientos de miles de proveedores, etc., etc... (todos los cuales ¿pagan impuestos porque las multinacionales existen?).
Pero, en fin, encuadre aparte, ¿por qué?, ¿de qué se las acusa? Se las acusa, esencialmente, de que los sistemas tributarios del mundo son un auténtico desastre, descoordinados, plagados de agujeros y de incorrecciones, de contradicciones, ¿anacrónicos? ¡Es lo que tiene la soberanía, que cada Estado y cada Parlamento diseñan las normas tributarias como mejor les parece, con todas las “pifias” y todas las “desviaciones lobistas” que desean! Se les acusa de que esos ordenamientos tributarios, y sus relaciones, de base decimonónica incluso, pero muy antigua en todo caso, no son capaces de dar respuesta a las transformaciones económicas y sociales del siglo XXI: la globalización, la digitalización, la sociedad del conocimiento.
¡Ah, claro! Y de que los responsables de esas multinacionales buscan los escenarios de “máxima competitividad”, eufemismo interesado de “mínimos impuestos posibles”, forzando “todos los límites” aunque, o peor “y”, sin ocultarlo, con la apariencia de hacerlo “dentro de la Ley” (ese es el problema, que están/estén dentro de la ley). Aclaremos: no seré yo quien defienda las actuaciones abusivas de ningún operador (sobre esto volveremos con énfasis pronto).
Por supuesto, la “guerra de la comunicación”, la “batalla de la opinión”, está ganada antes de comenzar. Las maniobras de determinadas compañías multinacionales para minimizar los impuestos a pagar son muy golosas para “el circo de la opinión” (Starbucks, Apple, etc.), especialmente, en una época de recesión y grave crisis fiscal, en que los ciudadanos comprueban la decadencia de muchos servicios públicos, hasta el punto de que se tambalea el “Estado social” en muchos lugares.
Pero en el ámbito de los instrumentos jurídicos, ¿cómo se ha librado esta batalla?
Tras más dos años de trabajos, en octubre de 2015 la OCDE publicaba la versión final de las medidas del proyecto BEPS, abreviatura de “Base Erosion and Profit Shifting”, referido a la “planificación fiscal agresiva” de esas malvadas multinacionales.
La website de la OCDE titulaba, el 5 de octubre, en un castellano discutible, “Reformas al sistema tributario internacional para frenar la elusión fiscal por parte de empresas multinacionales”.
La nota de la OCDE comenzaba situando el “momentum” (5 octubre 2015): “La OCDE presentó hoy el paquete definitivo de medidas para llevar a cabo una reforma integral, coherente y coordinada de la normativa tributaria internacional y que será discutido por los ministros de Finanzas del G20 en su reunión del 8 de octubre en Lima, Perú”.
Y, a continuación, un recordatorio conciso sobre “qué es el proyecto BEPS” para todos los públicos: “El Proyecto OCDE/G20 de lucha contra la erosión de la base imponible y el traslado de beneficios (BEPS por sus siglas en Inglés) dota a los distintos Estados de soluciones para limitar los «vacíos normativos» existentes a nivel internacional que permiten que los beneficios de las empresas «desaparezcan» o sean trasladados artificialmente hacia jurisdicciones de baja o nula tributación, en las que se desarrolla una escasa o inexistente actividad económica”.
Pocos días después la “noticia” era que “En la reunión del 8 de octubre, celebrada en Lima, Perú, los ministros de finanzas del G20 aprobaron el paquete definitivo de medidas para llevar a cabo una reforma integral, coherente y coordinada de la normativa tributaria internacional”.
¿Está justificado tanto revuelo? ¿Han resuelto “su problema” la OCDE y el G20?
Más allá de los chascarrillos y de la “batalla de la comunicación” y “la batalla política”, la dimensión cuantitativa del problema es considerable y merece ser tratado en serio. Los datos de la propia OCDE cuantifican el impacto de las maniobras de planificación fiscal agresiva (erosión de bases y desvío de beneficios) en unas pérdidas de recaudación por el impuesto sobre sociedades de entre 100 (mil millones) y 240.000.000.000 (en números impacta más...), cada año.
Resulta muy dudoso, mucho más que dudoso, que los quince planes de actuación, “Action Plan”, de BEPS vayan a zanjar definitivamente el problema, más allá del claro “efecto comunicación”, el “efecto disuasión” y el “efecto cosmético”.
Destacados autores en España (Martín Jiménez y Calderón Carrero -RQF 2014, 1-2-) ya manifestaron sus dudas sobre la efectividad de la propuesta de 2013: “parece que, si unbuen principio nunca garantiza un buen final, un comienzo construido sobre
bases poco sólidas, confusas o no guiadas por principios claros –y esto es el Plan– invita a ser poco optimista sobre el resultado final, sea la reparación del actual sistema o unas nuevas reglas de fiscalidad internacional”.
Por supuesto, no es el objeto de esta nota entrar en una valoración (ni siquiera en la descripción -véase la web de OCDE, por ej.-) de los planes de acción de BEPS (¡tiempo habrá!).
Solo tres comentarios: (a) la ONU no nos salva; (b) la OCDE está claramente sesgada, por definición; (c) la esquizofrenia de algunos estados...
De hecho, la motivación inmediata de esta nota surge de la lectura de algunos comentarios que explican hasta que punto puede resultar imposible articular una redefinición coherente, sensata, justa, operativa, del sistema de fiscalidad internacional. ¡Malas noticias!
(a) Primero, la ONU no nos salvará. Por ej., leía justo a continuación de la publicación de la OCDE una nota de Prem Sikka (siempre sugerente, vaya por delante) con el título “OECD corporate tax proposals fall flat” (http://leftfootforward.org/2015/10/oecd-corporate-tax-proposals-fall-flat/), anunciando el fracaso de las propuestas por anticipado. Dando por bueno el diagnóstico agorero, desde una perspectiva “muy anti-multinacionales”, ¿y las alternativas? Las alternativas suenan a “cuento de hadas”, cuando no a broma: “la reforma tributaria global debiera ser conducida por las Naciones Unidas en lugar de por la OCDE”, es decir, una carta a los Reyes Magos en toda regla...; pero, además, con el argumento de que la OCDE está demasiado próxima a los intereses de las grandes corporaciones, sí, esas mismas “multinacionales” que son el enemigo... ¡no entiendo! ¿Y la ONU va a salvarnos también ahora?
(b) Por otra parte, cada vez que el Secretario General de la OCDE se pronuncia en público, la sensación de “sesgo ideológico muy acusado” me invade; por supuesto que legítimo, pero que debe considerarse. Angel Gurría decía que “la erosión de la base imponible y el traslado de beneficios están detrayendo de nuestras economías los recursos necesarios para reactivar el crecimiento, atajar los efectos de la crisis económica mundial y crear mejores oportunidades para todos” (sí, literal, véanlo en http://www.oecd.org/ctp/los-ministros-de-finanzas-de-la-ocde-respaldan-las-reformas-del-sistema-tributario-internacional-para-frenar-la-elusion-fiscal-por-parte-de-empresas-multinacionales.htm). ¿Se está asumiendo que el crecimiento económico está vinculado a más impuestos?; ¿se está asumiendo que la tributación al 40 por 100 de los beneficios -en países del G-20- de las multinacionales es la forma de crear mejores oportunidades para todos? Bien, ¡puede ser! Pero quede claro entonces el “punto de partida” de la OCDE.
(c) En último lugar, la idea de esquizofrenia (en el sentido de doble personalidad) me la sugiere la publicación de la posición del Gobierno británico y su ministro del tesoro, George Osborne, en Lima. Efectivamente, el Reino Unido abandera dos batallas al mismo tiempo; en primer lugar, se jacta de haber introducido el tema de la “evasión fiscal” en la agenda del G-20; pero al mismo tiempo su gobierno se posiciona con el “objetivo estratégico” de ser el más atractivo fiscalmente para las inversiones, de toda la OCDE, en el año 2020.
A la postre, ¿son las multinacionales los enemigos de los gobiernos? ¡Es posible! Pero ni yo lo creo, ni creo que los gobiernos del G-20 lo crean.
Sea como fuere, como ciudadanos debemos estar preocupados por los dos frentes: ¡no es fácil saber si nuestros enemigos son “las multinacionales” o ... “estos gobiernos” al alimón con la OCDE!