Carpeta de justicia

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La mente necesita de tu rutina para adueñarse de ti.

Suena el despertador y te levantas. Tienes por delante un nuevo día.

Vas al baño, te aseas, pones el café, desayunas, vas a trabajar, comes, trabajas, cenas, ves la tele, un pis y a la cama.

Es tu rutina diaria.

Actúas a diario mecánicamente y mientras tanto, tú no estás en lo que haces, tu cerebro se adueña de ti y te traslada, con el recuerdo, hacia la culpa por haber perdido ese pleito, la rabia y la indignación contra tus adversarios, te enzarza en la discusión con tu cuñada el domingo pasado; o te proyecta al futuro, para llenarte de miedo por lo va a suceder.

Todo esto sucede mientras tú, en la realidad, te aseas en el baño, desayunas, te vistes, conduces hacia el trabajo, caminas por la calle… etc.

¿Cuántas veces has llegado conduciendo a tu destino y te asombras porque… no recuerdas nada del trayecto? ¿Ya he llegado? ¿Y he pasado por tal sitio…?

Y después, al regreso, cuantas veces te ha costado encontrar el coche, porque tu mente estaba abducida en el recuerdo, cuando mecánicamente has aparcado, dejando el coche en lo más oculto de tu inconsciente.

La vida, vivida de forma inconsciente, no te permite disfrutarla, solo te permite sufrirla.

Aprender algunas cosas sobre el funcionamiento de la mente, me ha ayudado a cambiar la forma de relacionarme con la vida. He aprendido a sonreír, cada vez que me he percatado de estar atrapado por mis pensamientos. He aprendido a soltarlos cordialmente, para que dejen de absorberme todo el día y poder vivir así, la realidad.

La red neuronal por defecto:

Mientras la mente no precisa prestar atención de forma activa y consciente a los sucesos externos, el cerebro tiene activado un conjunto elementos (la zona medial de los lóbulos temporal, parietal y prefrontal, fundamentalmente) que gestionan ese flujo de pensamientos que provocan la “abducción inconsciente”.

Este conjunto se conoce como red neuronal por defecto, (RND) precisamente porque, está activa, salvo que decidas voluntariamente apagarla, para prestar atención a algo. Es como tu piloto automático.

Por contra, cuando realizas una tarea que requiere tu atención, se activa la red ejecutiva central, que se encarga de procesar datos de la realidad; cuando dejas de prestar atención, se activa de nuevo, de forma automática, la red neuronal por defecto.

Algunas de las características de la red neuronal por defecto

La palabra “preocupaciones” encaja en buena medida con el funcionamiento de la Red neuronal por defecto (RND). Te ocupas previamente de lo que aún no ha sucedido o de lo que ya ha pasado.

La RND gestiona pensamientos del pasado y del futuro, pero no puede gestionar el presente: aún no lo tiene archivado como recuerdo, tampoco puede imaginar, lo que ya se está produciendo.

Así la primera característica de la red neuronal por defecto es que solo funciona con el pasado o con el futuro, pero no con el presente. Por eso nos evadimos de la realidad, “sueñas despierto” mientras realizas tareas de forma mecánica e inconsciente.

Lo sorprendente es que la RND está activa entre un 60% y un 80% del tiempo de vigilia. Su función es la de hacer de simulador de situaciones para aprender de lo sucedido y proyectarlo al futuro.

Las emociones y tu cuerpo

A lo largo de la vida de cada persona, los distintos sucesos y experiencia vividas, van creando la personalidad determinada. Muchos de esos sucesos permanecen gravados en el subconsciente de cada uno, condicionando nuestra forma de reaccionar, sin ser conscientes de ello.

Hasta que el inconsciente no se haga consciente, tu subconsciente dirigirá tu vida y tú… le llamarás destino”.  (Carl G. Jung)

Cuando estás abducido por tus pensamientos, el ego es quien gestiona las emociones desde el subconsciente: llegas al juzgado para celebrar un juicio y de repente te agitas porque piensas que has olvidado el expediente. Tu corazón se acelera, la presión arterial se dispara, abres el maletín, ¡NO ESTÁ! Miras el reloj, es casi la hora, vuelves a mirar el maletín… y lo encuentras en un apartado interior. Donde tú lo habías metido.

Tu cerebro necesita transmitir a tu cuerpo las emociones que genera con cada pensamiento, para que reacciones en consecuencia. Por eso hay recuerdos y pensamientos que nos duelen, nos agitan, entristecen o nos hacen reír.

Los pensamientos provocan la secreción de hormonas que nos hacen sentir las emociones. La amígdala es la parte más primitiva de la mente que ayudaba a sobrevivir al ser humano, cuando era solo un primate. Gestiona buena parte de tus reacciones ante lo que interpreta tu mente como situaciones de peligro.

Al hombre del cuaternario, le hacía correr ante un dinosaurio, lo paralizaban o le provocaba para enfrentarse al peligro y luchar.

Hoy, sientes esas mismas emociones cuando abres el correo y ves una notificación del juzgado, una carta de hacienda o, simplemente, el conductor del vehículo de delante sigue detenido ante el semáforo que cambió a verde, tan solo hace un par de segundos.

La descarga de adrenalina envenena tu sangre y te mantiene alterado, aun después de que el conductor de delante arranque su vehículo. Sientes la necesidad de insultarle, de hacerle todo tipo de gestos ofensivos.

Si piensas hacia atrás, esta mañana, mientras te cepillabas los dientes, has estado discutiendo mentalmente con un cliente o con tu pareja. Te acababas de levantar, pero tu mente ya estaba envenenando tu cuerpo con hormonas de amargura e irritabilidad.

Ahora dime: ¿Cómo vas a mantener la calma durante el resto del día, si desde primera hora de la mañana, dejas a la parte más primitiva de tu cerebro gestionando tu vida y adueñándose de ti?

Practicar meditación te ayudará a conocerte y a controlar tus pensamientos

La neurocientifica  del Hospital General de Massachusetts Sara Lazar fue una de las primeras en descubrir que la práctica diaria de meditación, cambia la forma del cerebro, reduce el estrés y la ansiedad y disminuye el tamaño de la amígdala, en tan solo dos meses.
Cuando practicas yoga, o simplemente haces meditación, aprendes a observar tus pensamientos. Se trata de parar y sentarte en silencio.

Sentado con la espalda recta, relajas primero tu cuerpo y después pones la atención en tu respiración, tratando de sentir como entra el aire por la nariz, su temperatura, el roce del aire al entrar por tus fosas nasales, procurando hinchar primero el abdomen, luego el pecho y luego los hombros.

Cuando llevas un rato poniendo la atención en tu respiración, te surgirán todo tipo de pensamientos, ideas y recuerdos y cosas olvidadas por hacer. Se trata de observarlos sin identificarte con ellos, sin dejarte atrapar por su discurso y volver a observar la respiración. Recuerdo que cuando empecé a practicar la meditación, tenía que tener la agenda abierta, para anotar todas las cosas pendientes que me venían a la cabeza y así sacarlas de la mente y poder seguir con la meditación. Al principio sientes desazón porque tu mente te reprocha que la observes. Te dirá: “con la de cosas que tengo por hacer...”  Poco a poco iras sintiendo cierta distancia entre tú y tu respiración. Es el momento de poner la atención en el observador, es decir, de centrar la atención en ti, de tomar conciencia de ti mismo y escuchar de fondo los pensamientos.

Parar, simplemente y no hacer nada, es una actividad esencial para la vida. Tomas consciencia de tu ser. Aprendes a darte cuenta de que tú, no eres ese ruido incesante de tu cabeza que transmite tanto dolor a tu cuerpo.

 Si quieres, Puedes ver este video de Pablo Dórs, que te puede ayudar a entender por qué y para qué meditar.

Durante el resto del día y al poco tiempo, empezarás a sentirte más relajado. Comienzas a sentir la sensación de tener cierta distancia respecto de los acontecimientos. Muy poca al principio, es cierto, pero suficiente para poder decidir, de forma serena, la actitud que quieres adoptar en cada momento. Dejas de reaccionar ante la vida, y comienzas a actuar con ella.

Lo más importante es que todo esto, SOLO depende de ti.

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Comentarios

  1. Shinanimodelucro

    El hombre corría de los dinosaurios ¿?...será en Jurassic Park o los Picapiedras

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