Carpeta de justicia

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En la cultura latina fracaso es sinónimo de final y en la anglosajona es la antesala del éxito.

 

El fracaso es definido por la RAE como “malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”, en una de sus acepciones, todas las demás también reflejan términos totalmente negativos de la palabra.

Para todos los que ejercemos labores profesionales y empresariales, el fracaso forma parte del camino a recorrer, es aquel suceso que nos pone los pies en la tierra, que nos enseña, que nos aporta el valor necesario para que el próximo intento sea más certero, en definitiva, nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros.

Ya no solo el fracaso, también el error es una fuente inagotable de aprendizaje que comenten aquellos que tratan de hacer cosas nuevas. En mi experiencia como Interim Manager y directivo de empresas, es habitual encontrarme con una cultura del error negativa, en la que se reprocha y penaliza su comisión, dejando a un lado la parte de enseñanza y la valoración positiva del que lo comete por su afán de realizar algo nuevo. En todas las organizaciones que no tratan de forma adecuada el error, este se convierte en un defecto, problema muy difícil de mejorar.

Recuerdo la experiencia en las clases impartidas en el Posgrado en innovación de la UDC, cuando al terminar la ponencia le presentaba a los alumnos un caso de fracaso empresarial contado por el empresario que lo había vivido. Sinceramente creo que de todas las ponencias que impartí, esos relatos fueron los que más valor les aportaron a los alumnos.

Si nos fijamos en empresarios extraordinarios como Richard Branson, siempre expone sus fracasos tanto como sus éxitos. Esto lo tenemos presente en toda la cultura anglosajona que consideran el fracaso como la antesala del éxito.

El fracaso es una experiencia, un siguiente paso, un aprendizaje compartido que no debemos esconder y si reencuadrar para realizar el siguiente proyecto. Basta con preguntarse de cuantos fracasos han salido ideas geniales: el horno microondas, el teflón, los rayos X, la plastilina, el velcro, los super pegamentos…para acreditar lo que exponemos.

Por otro lado, la velocidad que caracteriza este nuevo ciclo hace que las empresas saquen al mercado versiones beta para que los clientes las prueben y las validen, ayudando a la empresa a definir mejor el producto. Esperar a tener el producto acabado puede suponer un coste de oportunidad inasumible, por ello asumen una alta probabilidad de fracaso.

En la escuela como en la familia, no existe una formación o una visión positiva acerca de él, es decir, nosotros crecemos huyendo del fracaso, cuando en realidad, lo más aconsejable sería aprender más de él, experimentarlo, para que el día que nos toque vivirlo, no sea el fin del mundo, sino la inevitable consecuencia del crecimiento. La idea de aprender de los fracasos pasa por un cambio en la forma de pensar y proyectar la vida, más que por ver los fracasos como algo bueno.

Si queremos ser personas de éxito, tenemos que prepararnos para fracasar muchas veces, pues es la única manera de llegar a cumplir nuestros deseos a través del aprendizaje y la sabiduría.

 

“Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender." Charles Dickens




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