Alberto de Elzaburu, abogado y descendiente de una brillante generación de juristas, fue un Abogado entregado desde siempre a la defensa de los derechos de propiedad industrial e intelectual. Sucedió a su padre en la firma que habían fundado sus antepasados en 1865 y fue el artífice de profesionalizar el despacho y hacer de él un referente mundial en todo lo relacionado con la protección de activos intangibles.
Su talante abierto y su dominio de varios idiomas le procuraron un merecido reconocimiento internacional en el mundo de la propiedad industrial, en el que fue impulsor y activo participante en muchas de las principales asociaciones y organismos que han sido decisivos en la construcción del Derecho de Marcas y de la Propiedad Industrial. Ha sido miembro de la EPI, de los Consejos del Instituto de Ética y Derecho Industrial, Vicepresidente del COAPI, miembro del Panel de Arbitraje y Mediación de la OMPI, Presidente de la FICPI, Miembro de Honor de la AIPPI y de ASIPI, entre otros muchos cargos.
Alberto de Elzaburu tuvo una activa participación en la creación de instrumentos internacionales de protección, como la patente europea o la marca y el diseño comunitarios. Siempre fue un convencido defensor y promotor de la innovación en la actividad profesional. Fruto de esta visión, la firma que presidía ha ido evolucionando desde su actividad de registro y protección de marcas para transformarse en una firma especializada en la protección y puesta en valor de todo tipo de activos intangibles, con una alta especialización en las nuevas tecnologías, e-commerce, entretenimiento, ciberseguridad, dominios, protección de datos, secretos empresariales, etc.
En 1997 se le otorgó la Cruz Distinguida de 1ª clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort y en 2001 S.M. el Rey le condecoró con la Gran Cruz de Isabel la Católica, en presencia de la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y del Premio Nobel Camilo, José Cela Alberto. En esta acto volvió a afirmar que las dos pasiones de su vida habían sido su mujer, Lula, y la firma ELZABURU, en la que ha sabido crear un gran equipo de profesionales que sabrán hacer crecer su legado.
Su vocación de servicio a la sociedad le llevó a crear una fundación que lleva su nombre, desde la que se apoya y se promueve la innovación y la investigación científica y académica y se propone una visión europeísta de la propiedad industrial e intelectual, y de los lazos con Iberoamérica dentro de los valores del humanismo cristiano.
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