Ana María Castro Martínez
Estos últimos días han publicado varias noticias en relación a personas con discapacidad sensorial auditiva que habían tenido problemas en el ámbito sanitario. La más llamativa: una persona que había sido requerida varias veces en urgencias por megafonía y no había escuchado que la habían llamado pese a haber avisado de su discapacidad.
Los puntos sobre las ies. Aclarando y concretando. Si me dejan, opinando.
En primer lugar, al leer este tipo de noticias te das cuenta que se falla sistemáticamente en la denominación, esas cacofonías malsonantes en las denominaciones, esa terminología mal empleada cuando se habla o se redacta en materia de discapacidad, debieran ya estar erradicadas. Pero no lo están. Parece ser que no. Para muestra un botón: no se puede decir sordo hay que decir persona con discapacidad sensorial auditiva o persona con sordera. El término con suma, no resta, añade, no quita. No se padece una sordera, se tiene. Este colectivo no son minusválidos, son personas con discapacidad. Tampoco son discapacitados, son personas con discapacidad. Hace falta continuar insistiendo y así seguiremos erre que erre hasta que termine aprendiéndose el uso correcto de estos conceptos. Sin represalias, sólo divulgando la forma correcta en el empleo de estos términos.
En segundo lugar, se eleva el caso concreto a la categoría. Esto quiere decir que hay momentos en que se publica una noticia haciéndose viral una anécdota de una persona concreta en un momento puntual. No nos interesa estar sacando a la luz todo lo negativo, únicamente lo negativo. Seamos positivos, divulguemos todo lo importante que se está logrando en este campo. Parece que sólo disfrutamos leyendo noticias negativas. Así, se tapan acciones en el ámbito de la discapacidad de un valor incalculable, labores altruistas de muchos profesionales que trabajan sin remuneración porque creen firmemente que las cosas pueden ser diferentes y aportan sus conocimientos y su valioso tiempo sin pedir nada a cambio para favorece a este colectivo. Este tipo de noticias tan esperanzadoras casi no se reflejan en la prensa diaria, parece que no sería noticiable las buenas acciones del hombre en pleno siglo XXI. Y resolver la razón de esa omisión es cuestión filosófica que llenaría unos cuantos tomos. Se nos olvida lo realmente importante demasiadas veces. El humano necesita un reconocimiento de vez en cuando para no decaer. Y ahí no estamos, ni por asomo, a la altura. Eleven los gestos gratuitos de las personas que apoyan a este colectivo inculcando los valores de inclusión que tratamos de implantar en una sociedad que sólo está al acecho del error ajeno para destruir ilusiones. Queremos construir una sociedad más igualitaria, más acorde con las normas que nos hemos dado, más justa, en definitiva. Ayúdennos. Divulguen lo que están haciendo tantísimas personas en positivo con el único objetivo de mejorar la convivencia. Dejen las anécdotas y pasen a la categoría.
En tercer lugar, dejar patente que el elenco de problemas que tienen las personas con discapacidad auditiva desde siempre no ha mejorado. Volvemos al caso apuntado al inicio. Si una persona con esta limitación acude a un centro sanitario, avisa de esa limitación al personal, se hace caso omiso, se le requiere por megafonía, el paciente no lo escucha , tenemos un gran problema que es contestar a la pregunta : si hay protocolos para estos casos que tanto esfuerzo ha costado conseguir ¿ por qué no está implantado ¿. Si está implantado ¿ por qué no se cumple?. Las excusas están fuera de lugar. No tiene sentido invertir tiempo y dinero público en generar unos protocolos de actuación para casos concretos como pueden ser las acciones a realizar cuando una persona con discapacidad sensorial auditiva acude a un centro sanitario al servicio de urgencias. Si los funcionarios no están informados de estos protocolos algo muy grave está fallando. La falta de información y la poca divulgación entre posibles usuarios de estas actuaciones es otra versión del mismo asunto. Tampoco es noticiable la labor sin parangón que realizan las asociaciones informando a sus asociad@s tanto de la forma en que deben dirigirse a la Administración manifestando sus limitaciones, los programas específicos que existen como el de interpretación de lengua de signos en centros hospitalarios, la forma en que deben reclamar cuando el servicio no funciona… en definitiva, muchos fallos en la implantación de programas que deriva en una vulneración de los derechos de estos usuarios de la sanidad pública. Y eso son palabras mayores. Sigo opinando que hay que pasar de la anécdota a la categoría.