La Argumentación desde el ego o argumentación inconsciente:
Cuando el abogado asume la gestión del problema ajeno, debe hacerlo desde la objetividad y desde la imparcialidad pero, sobre todo, debe hacerlo desde la libertad. Sin embargo, los abogados actuamos con demasiada frecuencia desde la atadura de los sentimientos, contagiados por “La vinculación emocional con el problema ajeno.”
La argumentación desde el ego
¿Que sientes cuando alguien te riñe?
¿Esa riña te resulta agradable?
¿Te motiva la regañina a cambiar tu conducta hacia el planteamiento de quién te riñe, o te pone a la defensiva, manteniéndote en tus argumentos?
Estas son algunas de las preguntas que debes hacerte a la hora de argumentar.
La riña
La riña es una forma de argumentar que proviene desde el ego del que riñe y la impregna con una forma agresiva, hiriente que pretende derribar contundentemente al reñido. La riña quiere vencer, no convencer.
A veces el ego es tan fuerte que nos lleva a emplear unas formas tan agresivas en la comunicación que, teniendo toda la razón, se desvanece totalmente por lo brutal de las maneras empleadas.
En otras muchas ocasiones, sin llegar a estos extremos, razonamos riñendo. Nos dejamos llevar por el ego que hace prevalecer el: “YO TENGO LA RAZÓN”, por encima de la razón misma.
Estas son algunas de las consecuencias de argumentar desde el ego:
– Se altera la serenidad del argumento que pierde eficacia en su planteamiento.
– No se puede convencer desde la riña: el ego del reñido se defiende del ego del reñidor.
– La defensa del ego se convierten en protagonista del debate.
– El argumento y la razón pasan a segundo plano: Es más importante tener la razón que la razón misma.
– Se pierde la finalidad de nuestra de comunicación: Convencer y lograr que el destinatario cambie de parecer y acepte nuestro argumento.
– El razonamiento eficaz, es el que obtiene resultados: convenciendo.
– Mediante la riña, aun teniendo toda la razón, se hiere a quien debe rectificar y al sentirse herido hará todo lo posible por no dar su brazo a torcer, buscando cualquier argumento que pueda usar en contra de quien le riñe.
– Las formas del razonamiento y de la argumentación, deben excluir el sentimiento herido de nuestro ego:
El manjar más exquisito, pierde todo sabor cuando se sirve demasiado caliente.
– Enfriar los argumentos con el descanso, templa la razón como el acero.
Conclusión: el ego del abogado no puede formar parte del argumento jurídico, como la mota en el cristal, no forma parte del paisaje que trasluce.
Técnicas para enfriar el ego y hacer la argumentación eficaz
Sucede en muchas ocasiones, a quienes profesionalmente acudimos al juzgado que las resoluciones judiciales nos enervan.
El desprecio a tu persona y tus argumentos, la ignorancia repetida de la ley y del proceso, el corta-pega desordenado sin atender a los hechos. Todo esto convierte a la justicia en una máquina de iniquidad que te enciende y desespera.
Por eso debes evitar que, cuando razones un escrito o prepares un informe oral, tus argumentos pasen por la vinculación emocional y surjan desde la parte herida de tu ego.
Cierto es que, en el discurso oral, la emoción y la pasión, son formas de enganchar al auditorio. Un discurso encendido y cargado de razón convence mucho más que el apagado y frio. Pero ese proceder “experto”, debe ser también fruto de una serena y eficaz preparación:
Una vez elaborados los motivos, argumentadas las razones y enumerado el orden de su exposición, viene la puesta en escena. Y en ella entra de lleno la pasión, el impostar encendido que desgrana como puños la parte esencial de tu alegato. Pero en el laboratorio, mientras preparas y buscas en tu mesa del despacho la esencia de tus argumentos, la razón ha de estar bien fría. Por ello te recomiendo que sigas estas simples reglas:
1º) Pensar para poder escribir, en lugar de escribir para pensar.
Tenemos la costumbre los abogados, de escribir para pensar. Eso sucede porque no nos han enseñado a pensar.
En la universidad, no hay ninguna asignatura que enseñe a pensar a los alumnos. En muy pocos Colegios enseñan a pensar. Ni tampoco nos han enseñado cómo funciona la mente para producir nuestros pensamientos. Por eso forzamos ese proceso de pensar, de argumentar, mediante la escritura, en lugar de pensar primero lo que vamos a escribir.
2º) El esquema de ideas.
Cuando tengas que razonar una cuestión jurídica te propongo que utilices el esquema de ideas. No solo te ayudará a enfriar los razonamientos, también te ayudará a ser mucho más conciso en tus argumentos y obtendrás un planteamiento global del problema que gana en efectividad.
Yo utilizo una pizarra de “vileda” que permiten borrar y escribir de nuevo, para hacer el esquema. También puedes utilizar una hoja de papel.
En un lado pon los hechos a rebatir, frente a ellos, los hechos y artículos o preceptos que contraponen, a tu favor, los hechos a rebatir.
En una tercera columna resume el argumento a utilizar para enlazar las dos columnas anteriores, a tu favor.
Es muy útil buscar los argumentos empleados por la jurisprudencia y la doctrina y trasladarlos a los hechos concretos de tu caso, probados a través de la prueba: esa es la esencia de unas buenas conclusiones.
3º) Analiza quién es el verdadero destinatario de tu escrito:
Muchas veces olvidamos quién es el destinatario de nuestro escrito y a quién tenemos que convencer. Muchas veces olvidamos que quien ha redactado la Diligencia de Ordenación, no ha sido el secretario judicial, sino el funcionario judicial. Quien, a su vez, se la ha pasado a la firma al secretario, junto con muchas más que la ha firmado sin leer.
Muchas veces olvidamos que, en casos evidentes, en errores claros y notorios, un buen procurador, conocedor del funcionario y del entresijo judicial, puede lograr una rectificación de oficio sin tener que recurrir.
4º) Piensa cuál es la finalidad de tu comunicación:
Antes de empezar a pensar en las ideas que vas a plantear y en como las vas a argumentar, piensa para qué las vas a plantear. Qué fin persigue tu escrito o tu alegato. Cuál es el verdadero objetivo de esa comunicación oral o escrita.
En muchas ocasiones, ante una sentencia desfavorable, nos arrojamos a solicitar una aclaración de sentencia que va a permitir argumentar a la sala lo omitido en la sentencia, privándonos así, de un magnifico motivo de recurso de apelación o casación que, de no haber pedido la aclaración, podríamos haber planteado en el recurso.
Por eso antes de empezar a escribir:
1) Piensa la finalidad de tu comunicación: Que pretendes lograr con ella. Analiza si es, o no, conveniente hacerla, el momento y la estrategia procesal.
2) Enumerar lo que hay que rebatir.
3) Enumerar los hechos y fundamentos que te dan la razón a tus argumentos.
4) Argumentar. Plantea de forma escueta tus razones y argumentos, relaciónalos entre sí, mira los argumentos empleados por la jurisprudencia aplicable y llévalos a tu caso.
5) Enumerar el orden de la exposición. (a veces impuesto por la ley procesal 481 LEC, 874 Lecrim, 210,2 LJS, 89 a 92 LJCA.)
6) Si quieres que tus escritos se lean: se conciso.
7) Analizar la forma:
- Del escrito:
i. Cuida el modo lingüístico de la exposición,
ii. Cuida la puntuación y la ortografía,
iii. Esmérate en la presentación: cuida el tipo de letra, los márgenes, etc.
iv. NUNCA SE USAN LAS MAYÚSCULAS PARA RESALTAR LO IMPORTANTE, PUES ES COMO GRITAR POR ESCRITO. (La razón del argumento no crece con el tamaño de la letra).
v. Escribir un párrafo todo en negrita y subrayado, para resaltar el texto, es una forma de emborronarlo todo, pero no de resaltar lo importante. Su abuso cansa, afea el texto y deja de cumplir su misión: resaltar.
2, Del informe oral:
i. Captar la atención al principio es necesario: una anécdota aplicable al caso, un ejemplo divertido, harán que te presten atención desde el inicio.
ii. Lo importante al principio y al final: Dos veces.
iii. Enunciar los puntos de tu alegato al inicio, a modo de esquema en los informes largos, hará que te sigan mejor.
iv. La imagen en la palabra, llena de luz la razón del argumento.
v. El ejemplo traslada el argumento a los hechos
vi. Los valencianos celebramos las cosas tirando una traca. Al final de la traca siempre hay un petardo más gordo: un final elocuente, deja en el aire el eco de tu argumento.
vii. Nunca anuncies el final, si no vas a cumplirlo. Si dices: “termino”. Termina.
Termino.
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