En el terreno de la formación online o e-learning hay mucha saturación de oferta y también mucha confusión, básicamente porque el término ONLINE puede significar cualquier cosa y porque las posibilidades técnicas son innumerables. Decir “Estoy haciendo un curso online” suele dejar a tu interlocutor en un espacio de indefinición que se presta a todo tipo de elucubraciones. ¿Qué significa eso de online y en qué sentido te capacita? ¿Que te conectas por skype con un tutor? ¿Que estás en un MOOC? ¿Que te lees unos apuntes en PDF y luego pasas unos cuestionarios? ¿Que… ? Eso sin entrar en la cuestión de los créditos, los certificados y las homologaciones.
En el sector jurídico la formación acusa una tradición marcadamente presencial. La formación online se presenta a menudo en contraposición al modelo presencial, cuando no deberían ser concebidos como modelos excluyentes, sino complementarios.
¿Qué te puede aportar lo online?
Algunas de las ventajas de la formación online generalista que se suelen citar son:
- Accedes cuando quieras al campus virtual.
- Ahorras dinero y tiempo en desplazamientos.
- Puedes emplear cualquier dispositivo con conexión.
- Contenidos actualizados inmediatamente.
- Más sencillo estudiar y trabajar a la vez.
- No importa tu ubicación geográfica.
- Flexibilidad horaria.
- Herramientas interactivas: posibilidad de repetir clases.
- Facilita la formación continua.
- Acceso a contenidos multimedia una vez terminado el curso.
Para profesionales con agendas complicadas, la formación online en lo jurídico puede ser una buena solución. Pero no todo es un mundo de rosas. Lo online en general vive algunos retos:
- Abandono del curso: superar el sentimiento de soledad del discente.
Pueden incorporarse distintas estrategias motivacionales basadas en técnicas de gamificación. O también emplearse herramientas que permitan la interacción inter pares dentro de la plataforma. Otras opciones, válidas para el área del Derecho, son el uso de plataformas profesionales como Linkedin, que permiten la creación de grupos de debate y posibilitan el networking profesional, trascendiendo el alcance de la plataforma de formación.
- Contenidos audiovisuales que vayan más allá de la transposición del modelo clásico de aprendizaje.
Por ejemplo ir más allá de vídeos con “bustos parlantes” o de cuestionarios de autoevaluación. Las alternativas son numerosas. Una buena pregunta que hacerse es cómo va a consumir el discente ese contenido. En muchos casos es probable que la forma de consumo sea “on-the-go” y tenga mucho sentido la incorporación de podcasts.
- Incorporación de sistemas de evaluación personalizados.
¿Ayuda lo aprendido a aplicar los objetivos que se habían planteado en el curso? ¿Puede incorporarse la evaluación inter pares al área del Derecho? En cualquier caso cualquier actividad formativa ha de tener bien definidos aspectos como fechas de entrega de tareas, carga de trabajo de un curso o criterios de evaluación que se aplicarán.
- Fortalecer los vínculos entre docente y discentes mediante herramientas que ayuden a superar la ausencia de contacto personal.
Hay muchas posibilidades que abarcan desde las tutorías online regulares, las clases en streaming (directo) o la incorporación de foros en cada unidad lectiva hasta otras como la creación de grupos de whatsapp, grupos en linkedin y otras redes sociales profesionales.
- Unos criterios normalizados para el reconocimiento oficial de la formación online.
Es todo un reto que a menudo entronca con cuestiones más políticas o institucionales que pedagógicas.
De momento no existe un estándar que defina lo que es un curso online, qué elementos ha de incorporar o cuál debería ser su funcionamiento. En general, es cada operador del sector educativo quien marca sus pautas y metodologías. Quizás corresponda al usuario/discente/tomador del curso empezar a filtrar esta oferta. Propongo el siguiente checklist.
Las 5 preguntas que deberíamos hacernos antes de inscribirnos en un curso online
- ¿Las competencias que me aporta el curso son las que necesito? Es fundamental que en la página del curso se desglose el programa del curso y que cada una de las partes que lo compongan aporten unas competencias concretas. En la formación online no debería tener cabida el contenido paja.
- ¿Tengo compromisos que me impidan seguir el ritmo? Antes de inscribirte revisa la agenda y comprueba que puedes asumir la carga de trabajo semanal del curso, entregar los trabajos prácticos en los plazos marcados y seguir el ritmo del curso. Sé realista, mira si hay futuras ediciones y no subestimes una agenda absorbente.
- ¿Está clara la metodología y los materiales? Antes de inscribirte comprueba que en la página del curso se especifiquen los vídeos, esquemas, apuntes… metodología en general que se va a emplear.
- ¿Se adecua el curso a mi nivel? Unos altos índices en las tasas de abandono de un curso se producen porque se considera que los contenidos son o muy profundos o muy ligeros. Si en un curso se exigen unos conocimientos previos, no lo subestimes. Seguro que hay ediciones posteriores. Si, por otro lado, un curso se postula como “Curso básico” o “Introducción a” y/o similares, comprueba bien el programa para no decepcionar unas expectativas altas.
- ¿Y el profesorado? Los profesores de los cursos son tan importantes como el programa de sus cursos. Es fundamental saber qué esperar. Los profesores han de tener una cualificación demostrable y sus perfiles en la plataforma tienen que mostrarlo, revísalo, será tu guía el tiempo que dure el curso.
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