Carpeta de justicia

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Docencia e investigación. Investigación y docencia. El personal docente al servicio de la Facultad de Derecho enseña e investiga. La investigación jurídica es trascendental para una sociedad avanzada y “justa”. Pero, y este es el objeto de estas notas, es esencial que los frutos de esa investigación “permeen” a la sociedad, y entren en la agenda del debate público: ¡solo acumular polvo en las bibliotecas...!

Comencemos por el principio: por supuesto, el I+D también existe en las ciencias sociales y en el Derecho, aun cuando “algunos” (muchos rectores incluidos) no terminen de entenderlo: no solo en bioquímica se investiga.... Y los profesores de universidad, en la Facultad de Derecho, en España, investigan, y mucho, y bien: el incentivo económico para que publiquen artículos en revistas especializadas “indexadas” es notable. Los artículos doctrinales son (¿eran?) la “llave” para el progreso en la carrera académica; los artículos doctrinales son llave también para que, a través de los sexenios de investigación, por ej., la retribución anual del profesorado se maquille un poco (dentro de la precariedad estructural, asociada a la “limitada consideración social” de la función docente en la universidad). Más allá, ¡ese es el centro de la vocación universitaria: generar ideas para una sociedad mejor! ¡Y transmitirlas!

Pero, por otra parte, nada nuevo: ¡eso es la Academia!, ¿no? La cuna del conocimiento, la reflexión docta que está en la raíz del progreso social.

No me cabe duda de que dentro de las Facultades de Derecho se genera conocimiento avanzado. No me cabe duda de que “la Academia” cumple su función investigadora, creadora: cientos de artículos en revistas especializadas, monografías, obras colectivas...

Tengo serias dudas, sin embargo, sobre el “para quién”: ¿llega a la sociedad algo de todo eso? Quizás llegue algo, quizás en algún punto concreto, quizás en alguna disciplina...: ¡no mucho, no todo! La Academia está de espaldas a la sociedad, cerrada sobre sí misma. Los frutos de una investigación valiosa, socialmente relevante, entran en un círculo cerrado, de académico en académico, de biblioteca en biblioteca. ¿Has hecho la prueba de preguntar a un recién licenciado si alguna vez había leído una revista jurídica científica, o si conocía el nombre de alguna? Yo he hecho esa prueba, en varias ocasiones, en distintas generaciones: ¡nadie conoce nada de lo que se hace en las bibliotecas de las Facultades de Derecho, nadie excepto los propios investigadores y sus colegas! Todo se queda dentro, miles de metros de estanterías, terabytes de información digitalizada.

¿Para quién investiga la Facultad de Derecho?, me pregunto desde hace tiempo. La respuesta más triste es que “solo para sí misma”.

Bien, en clave personal, tengo que confesar que esta preocupación va conmigo desde que comencé mi carrera universitaria, allá por 1992. La primera vez que publiqué un artículo en una revista especializada (en Quincena Fiscal o en Impuestos, entonces) parecía que hacía, yo, que hacíamos, todos los compañeros, algo importante: reflexión compartida para cambiar la sociedad, para el progreso. ¡Bendita juventud!

Poco a poco fuimos conociendo quien leía lo que publicábamos: ¡nadie! Es decir, nadie más que nosotros mismos, circularmente. “- ¡Que bueno tu trabajo sobre...!” “- He citado tus comentarios sobre aquella sentencia en mi artículo...” “- ¿Has leído la crítica que te hace...?”

En una ocasión, en Madrid, en unas jornadas profesionales que organizábamos por entonces, un alto funcionario se acercó y me comentaba lo interesante y útil que les había resultado mi libro... ¡Incógnita despejada! Era él quien se había comprado el libro... (caricatura-broma habitual en el ambiente).

En mi paso por tareas editoriales desde finales del siglo pasado, en el ámbito del Derecho Tributario, me empeñé, sistemáticamente, por romper ese círculo y abrir a la sociedad, al menos a la sociedad profesional, los valiosísimos contenidos generados por los investigadores en las Facultades de Derecho. Así, la Sección “Opinión Profesional”, primero en la Revista Jurisprudencia Tributaria Aranzadi y luego en Aranzadi Quincena Fiscal, tenían ese objetivo expresamente: notas técnicas cortas, directas, comprometidas, al grano, que permitiesen enganchar al profesional con la Academia, que nos permitiese establecer un puente para hacer fluir la comunicación, y en ambos sentidos (abriendo las páginas de las publicaciones científicas también a los profesionales, directamente implicados en su “real aplicación”).

Ya en la “era web”, en la “edad de internet” todo esto debiera haber cambiado radicalmente. No es así. En 2010 lanzamos un proyecto piloto de sindicación del conocimiento jurídico, hoy enterrado con honores. Un gran aprendizaje. Pero el concepto de fondo susbsiste: las bibliotecas están desbordadas de conocimiento valioso para la sociedad pero materialmente inaccesible, ¡nadie puede acceder! Nadie sabe, siquiera, que merece la pena acceder a ese conocimiento. Comenzamos a publicar extractos de las publicaciones doctrinales de un grupo de profesionales jóvenes de “alto standing”, buenos amigos algunos: la sociedad y la comunidad profesional no tenía ni idea de que el chico que se sentaba a su lado era el mayor experto del país en un tema que, curiosamente ahora, salía en los periódicos -de forma “manifiestamente atécnica”-.

Hoy más que nunca la sociedad necesita conocer sus derechos. Los ciudadanos necesitan tener acceso al enorme caudal de generación de ideas que se produce en las bibliotecas de las Facultades de Derecho. La prensa, el mass media, y la brocha gorda no pueden ser “la fuente de conocimiento”  primaria para el debate jurídico en la sociedad.

Debo añadir que diversos proyectos “blogger” han irrumpido en los últimos años agrietando el muro de separación entre conocimiento jurídico y sociedad. Proyectos valiosísimos, unos con origen en la Academia y cierto respaldo institucional (EJC Leading Cases, una referencia, con el prof. Herrera Molina por detrás), otros iniciativa aíslada de profesores como apoyo a sus tareas docentes, otros de abogados, fiscales o jueces... No puedo pararme a citarlos..., cometería injusticias omitiendo algunos, seguro.

Pero mantener un blog de forma sostenida en el tiempo es tortuoso, muy pesado, hasta lo imposible.

Personalmente, LawAndTrends.com me ofrece hoy un soporte de valor incalculable: ¡mis reflexiones sí llegan a la sociedad! Sí, sí, la gente “me lee”. Unas cifras de visitas y lecturas estratosféricamente alejadas de las visitas a cualquiera de mis previas experiencias “blogger” aisladas.

La potencia de comunicación de una plataforma como “LawAndTrends.com” marca una diferencia radical en la conexión de los “generadores de contenidos” con la “sociedad interesada en estos contenidos”.

Esta reflexión culmina con una petición para todos los “actores relevantes en la Academia”: ¡no te conformes con que tus aportaciones se queden en las estanterías, generando “polvo”! Generando polvo en el sentido más “metafórico” o en el más literal... Por favor, contacta con info@lawandtrends.com, o contacta conmigo personalmente. Siempre que publicas un artículo doctrinal: ¿por qué no preparas una pequeña nota con tus conclusiones para la sociedad?, ¿por qué no haces una versión “de comunicación”, para que todos los profesionales interesados puedan leerte, conocerte, saber de tí, más allá de tu círculo de influencia natural? ¡La sociedad “tiene derecho” a saber de tus aportaciones! Pero, más importante, ¡tu trabajo se merece ser conocido por la sociedad! La tarea no se acaba cuando terminas la investigación y publicas el artículo: tu aportación debe tener vida más allá de la biblioteca.

Recordemos todos: la Facultad de Derecho investiga para la sociedad. Entonces, la sociedad debe tener acceso a ese conocimiento. Solo así puede progresar la sociedad.




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