María Amparo Martínez Marián
Durante toda la pandemia ciertos sectores de la población han sido golpeados duramente tanto por las administraciones locales, como estatales con su látigo de la indiferencia y han sido castigados y maltratados administrativamente.
Este grupo de población precisamente han sido los VULNERABLES.
Ha sido y sigue siendo una situación sostenida en el tiempo, con innumerables situaciones indignas que han afectado a miles de familias, no solo en España sino también en el resto del mundo y por esta razón había que crear una palabra que identificase esta situación, y esta palabra es EVALOTOFOBIA
EVALOTOFOBIA
Origen:
Evalotoi: en griego es vulnerable.
Fobia: en griego es hostilidad o aversión.
He creído oportuno la creación de esta palabra porque es necesario poner nombre a una realidad social que ha acontecido de forma muy llamativa en muchos lugares del mundo, incluido en España.
Dicen que lo que no se puede nombrar no existe y de ahí la necesidad de poder poner un nombre a una nueva situación o hecho plural. Por este motivo era necesario inventar este neologismo que señalase esta discriminación universal que se ha hecho más palpable y fácil de reconocer durante estos dos últimos años, frente a las personas vulnerables, su entorno familiar en la educación y la obligatoriedad de la presencialidad en las aulas, a pesar de ser personas de riesgo, habiéndose violado derechos constitucionales, fundamentales y humanos, durante toda la pandemia.
Al igual que a las borrascas climatológicas se las ha puesto un nombre para que de esta manera se la pueda identificar y recordar, lo mismo sucede con una borrasca social que no puede dejar indiferente y resulta necesario nombrarla para poder identificarla.
¿Dónde ha quedado la ética en las escuelas? ¿Qué valores se han transmitido en ellas durante esta pandemia? ¿Qué enseñanza ha calado en los niños vulnerables durante esta crisis sanitaria mundial?
Evalotofobia, un nuevo término al que tendremos que acostumbrarnos escuchar y al que recurriremos para nombrar esta situación, incorporándolo en nuestro particular diccionario.
Eso es lo que ha habido, maltrato administrativo, hostilidad e indiferencia hacia el vulnerable.
De esta situación se ha hablado mucho en las redes, y tan solo tenemos que leer unos cuántos hilos (ilustrativos) de distintos activistas que han denunciado este maltrato administrativo como @PrevencinDocen1, @toniarias, @AulasTransCyL, @Jesus_77, @vega_ts, @nacho991960, @SusanaMorenoC, @Piruletadementa, así como los de una servidora que no se ha cansado de denunciar una y otra vez este maltrato administrativo continuo.
¿Cuál es el motivo por el que nace la evalotofofia?
Quizás por falta de ética.
En nuestra sociedad, lo verdaderamente importante sería educar éticamente con el objetivo de no querer dañar a otros y, durante la pandemia este valor, desgraciadamente, ha brillado por su ausencia.
La gran filosofa Adela Cortina dice que “En esta sociedad hay una resistencia, incluso biológica, a estar cerca del que es un tanto diferente”. Pienso que es una afirmación muy acertada y que en estos días ha tomado mayor fuerza. En España nos cuesta estar cerca del que es algo diferente y dar el paso para ver qué es lo que tiene esa persona, qué es lo que tiene su tendencia, su religión, su cultura, que no tiene la mía e incluso su pensamiento. Y esta circunstancia, desgraciadamente, la hemos vivido en esta pandemia con los niños vulnerables y con sus familias de riesgo, niños que han sido abandonados educacionalmente por el Gobierno y las Instituciones precisamente por estar inmersos en una situación diferente, incómoda de asumir pero de fácil solución si realmente hubieran actuado con ética, compasión y humanidad, virtudes que desgraciadamente han brillado por su ausencia y que lejos de su aplicación han optado por la peor de las soluciones, castigando a los niños con el látigo de la indiferencia, del maltrato administrativo, de la discriminación y del más absoluto comportamiento inhumano hacia el niño.
Se han creado situaciones intolerables, en las que se ha dado de lado a familias que por el mero hecho de haber solicitado la petición de protección para el menor, por vía del art. 158 del Código Civil ante los Juzgados por pedir una educación online para sus hijos por necesidades especiales de salud de la familia, incluso llegando a obligar al menor a irse a otro centro educativo.
Este mismo trato lo han recibido miles de profesores vulnerables a los que se les ha denegado el teletrabajo y se les ha obligado a acudir a su puesto de trabajo de forma presencial sin unas medidas efectivas de seguridad y poniendo en peligro sus vidas y las de sus familias.
Los antecedentes de esta situación fueron las declaraciones de la ex ministra de Educación, Dña. Isabel Celaá sobre las condiciones del comienzo del curso 2020/2021, decidiendo que la educación sería 100 por 100 presencial sin ningún tipo de excepción y se comienza a hablar de abrir expedientes de absentismo a los padres que no lleven a sus hijos al colegio por “miedo”. Una vuelta al cole, en plena segunda ola, con las únicas medidas de seguridad de mascarillas, distancia de seguridad interpersonal de 1,5 metros y con barra libre de gel hidroalcohólico, medidas del todo insuficiente cuando ya se sabía que el contagio principal era por el aire y por los aerosoles.
Pero lo peor de todo, es que el curso 2021/2022 aún se presenta peor, ya que inmersos en una sexta ola, con la variante Delta más agresiva y mortal, se relajan las medidas, se suben ratios, se disminuye la distancia de seguridad a 1,2 metros en algunos centros, en otros directamente se elimina la distancia de seguridad y todo esto continuando sin la obligación de medir la calidad del aire en los colegios, sin poner medidores de CO2, ni purificadores de aire con filtros HEPA, y sin hacer cribados masivos y por supuesto, una vez más, obligatoriedad de presencialidad al 100%, olvidándose de nuevo de los vulnerables.
Con este panorama, durante el curso 2020/2021, con un altísimo número de muertes, de contagios, de colapso en las UCIS, de brotes en los colegios, sin vacunas, con unas medidas de seguridad de juguete, sin cribados masivos en las escuelas, sin cierre de clases cuando había un contagio, mandando a casa tan solo a los alumnos más cercanos y sin purificadores de aire con filtros HEPA, ni medidores de CO2, los padres de los menores con patologías vulnerables por la COVID-19 o con familiares convivientes de riesgo tuvieron que tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: llevar a sus hijos al colegio de forma presencial, cumpliendo de esta manera el imperativo del Gobierno pero arriesgándose al contagio e incluso la muerte de algún miembro de su familia, o poner en valor la vida y la integridad física de toda su familia y no llevar a sus hijos presencialmente al colegio y pedir su educación de forma telemática pudiendo convertirse en padres absentistas, habiendo sido llevados muchos a Fiscalía e incluso están siendo investigados en la actualidad por un presunto delito de abandono de familia ante el Juzgado, por haber querido proteger la vida de su hijo y la de su familia.
¿Tiene un límite ese maltrato administrativo?
Pues parece ser que no, pues no contentos con que el menor haya vuelto al colegio de forma presencial en el presente curso escolar, los servicios sociales siguen azotando con visitas y citas a los padres y al propio menor con un motivo y objetivo todavía desconocido sin querer dejar de machacar a esas familias que tan mal lo pasaron el curso anterior.
Y lo que es todavía más sangrante, han sido familias que han acudido a Fiscalía de Menores para pedir protección para el menor para que se le atendiera educacionalmente de forma telemática por ser vulnerable y padecer patología de riesgo al Covid-19 y encontrarse de respuesta un archivo de plano y como regalito una acusación por parte de la Fiscalía a los padres por un presunto delito de abandono de familia.
¿De locos verdad?
Pues tan sólo hace falta leerse este otro hilo
Durante ese curso miles de padres armamos mucho ruido reivindicando una educación segura y la libertad de poder elegir educación online en tiempos de pandemia, nos volvimos más activistas que nunca. En las redes nacieron muchas plataformas que lucharon por conseguir esa educación online, miles de padres se asociaron para hacer más presión. Algo salió en los medios. Se hace una enmienda a la Ley-Celaá, pero nada de eso fue suficiente porque no interesamos a los grandes, somos peces chiquititos en el medio del océano que lo único que hacemos es estorbar.
Y es justo en este momento cuando empieza el calvario de los padres que toman la decisión de no llevarles al colegio y solicitan esa educación telemática, que en la inmensa mayoría de los casos no se da, incluso en los casos en los que se concede, son los propios directores y directoras, tutores y profesores de colegios e institutos los que ponen mil y una traba para darles esas clases, o para darles feedback, o al evaluarlos les ponen unos exámenes mucho más exigentes que al resto y con una periodicidad de 3 días seguidos 3 o 4 exámenes al día, para niñ@s de 10 y 12 años.
Lo que yo les diría a todos los docentes es lo siguiente: Señores profesores, docentes, tutores y directores: la verdad que este tipo de comportamientos muy pedagógico no es, sino todo lo contrario, es totalmente discriminatorio y sancionador, y todo esto, ¿porqué ha sido motivado? Por ser diferente, por presentar ese alumno unas necesidades especiales a las que había que atender y a ustedes no les ha venido bien, les ha dado más trabajo o simplemente les ha fastidiado tener que atender de otra manera más al diferente. No lo sé, pero les he de recordar que si el sistema no estaba preparado para este tipo de situaciones el que no tenía que pagar los platos rotos en ningún caso era el menor, al que se le ha castigado sin piedad, ya que estaba en sus manos la solución al problema, con un poco de empatía y compasión.
Esta situación, se producía cuando los padres tomaban la difícil pero inteligente decisión de no poner en peligro su integridad física, ante un peligro real y letal y que en ningún momento se ha tratado de un miedo infundado o se ha tratado de un capricho de los padres, frase que he tenido que escuchar en más de una ocasión al director de algún centro educativo sin el más mínimo tacto, respeto ni empatía.
¿Dónde está la solución?
En la educación, en la escucha, en la ética, en el sentido común, en la coherencia y por supuesto en la plasticidad de las normas.
Voy a empezar por esta última, ya que esta ha sido el principal caballo de batalla de la solución al problema, ya que ha existido un vacío legal respecto a la regulación de este problema sin que hubiera regulación específica ante todos las circunstancias y problemas que se han producido alrededor de la pandemia.
En primer lugar, cuando cambian las circunstancias también deben cambiar las normas, y si éstas no cambian las mismas deberán interpretarse según la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas (según el art. 3.1 del Código Civil).
La vida es dinámica y por este motivo necesitamos también leyes dinámicas que se vayan adaptando a las circunstancias del momento.
El Gobierno, Conserjería de Sanidad, Instituciones y Administraciones Públicas se deberían haber dado cuenta de que, ante la gravedad y excepcionalidad de la situación epidemiológica, era momento para tomar conciencia de ello y de dar respuestas excepcionales en esta situación de excepcionalidad ya que tenían herramientas jurídicas para hacerlo, como es la aplicación del art. 3.1 del Código Civil que dice: “Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas”. En definitiva, este artículo lo que viene a decir es que una norma no puede aplicarse en el marco de unas circunstancias totalmente distintas a las que existía en el momento de su creación, y obliga a utilizar el sentido común y coherencia en la interpretación de las mismas.
Pero por desgracia, esto no ha sido así, y no se sabe muy bien el motivo ni el porqué, pero desde las Administraciones, Conserjerías de Educación, Centros educativos y Mesas de Absentismo, lejos de ser empáticos y coherentes en esta situación, se mostraron más tozudos que nunca, inaplicando el mencionado artículo y alegando que las normas no habían cambiado y estaban para cumplirlas, insistiendo una y otra vez que abrirán expediente de absentismo a todos los menores que no acudan de forma presencial al colegio, con independencia de que el mismo esté trabajando en casa haciendo tareas, estudiando e incluso examinándose de todas las asignaturas y estén siendo evaluadas sus tareas y exámenes por los profesores.
La ley de educación, como tantas otras, se ha quedado obsoleta con unos medios y normas propios del siglo XX cuando quizás no se hayan dado cuenta que ya estamos en siglo XXI y además en plena pandemia mundial, por lo que, en mi humilde opinión, ya es totalmente necesario actualizar y adaptar la ley de educación a los nuevos tiempos que corren para seguir salvaguardando los derechos de los menores.
Por ello, resulta necesario y urgente que el sistema educativo sea modificado y que regule que en tiempo de pandemia, tanto profesores como padres puedan optar por una enseñanza online mientras dure esta situación y no se exija la presencialidad en la aulas.
La educación tiene que ser inclusiva de forma totalmente indiscutible sin dejar fuera a nadie, y cuando digo a nadie es a nadie, y el objetivo de la misma por encima de todo tiene que cubrir las necesidades educacionales de todos los niños y niñas con necesidades especiales, ya sean por déficit, por altas capacidades o por ser personas vulnerables o de riesgo.
La diversidad siempre es riqueza, y no se puede ver al diferente como una amenaza sino como una riqueza.
Las personas tendemos a encontrarnos bien con las personas que piensan igual que nosotros, con los que son igual que nosotros en todos los aspectos, nos encontramos como más reconocidos. El motivo es porque hay un exceso de egos y una falta clara de “escucha” en la que nuestro cerebro busca la supervivencia y que no haya confrontaciones. Hay una resistencia biológica a estar cerca del que es un tanto diferente. El diferente da mucho trabajo, hay que escucharle y hay que ponerse en su lugar para entenderlo
Por este motivo el pluralismo es una riqueza que hay que mantener.
Esta epidemia ha dejado al descubierto muchas de las carencias que ha padecido nuestro país: la sanitaria, la social, la judicial y, por supuesto, la educacional.
Pero la peor partida se lo han llevado los menores con patologías a los que no se les ha concedido nada, y sus padres han tenido que ejercer como profesores durante todo un año, pagar clases particulares online para sus hijos, bucear en miles de grupos y foros para conseguir libros y material educativo, así como para poder saber o intuir por la lección que iban en la clase de sus hijos, guardar todos los trabajos, las miles de hojas con todos ejercicios, grabarles haciendo los deberes o los exámenes y ser perseguidos desde el primer momento, tanto por el colegio como por Inspección y los asuntos sociales, que acechaban cual buitres carroñeros sobre su presa trayendo en su pico miles de expedientes de absentismo con la acuciante amenaza de llevarles a Fiscalía, amenaza que en muchas ocasiones cumplieron, sufriendo un auténtico maltrato administrativo, y todo por ser diferente y vulnerable.
La ética siempre se ha hecho entre los sujetos, es una construcción conjunta.
Históricamente ya hemos llegado a la conclusión de qué cosas son buenas y qué cosas son malas para la humanidad y las hemos hecho conjuntamente.
Para trabajar en la ética, primero hay que darse cuenta que es importante educar en la ética.
Lo más importante es educar con el ejemplo tanto de padres como de profesores, ellos son los labradores de un futuro en el cual van dejando semillas en los niños que seguro que en un futuro germinarán.
Los educadores tienen que ser coherentes, si la coherencia no existe, la narración educativa pierde peso, y en todo este proceso educativo durante la pandemia ha habido mucha, mucha incoherencia.
Cuando padres y profesores llevan una vida ejemplar, esto antes o después acaba haciendo mella en el niños, eso queda y, con el tiempo, esos niños se acordaran de lo que hacían sus padres y sus educadores y nos parecerá que era algo realmente importante. Eso es lo verdaderamente importante.
Y en todo este panorama, en las escuelas qué ha habido ¿ética o cosmética?
Sin duda, ha habido mucha cosmética.
Resulta necesario forjar el carácter desde la ética y la coherencia y no desde la cosmética, y desgraciadamente en estos tiempos hemos vivido demasiada cosmética.
Ejemplaridad y coherencia son la clave de la educación.
Lo ideal es que se una la familia y la escuela y que hagan un tándem que remen en la misma dirección para la consecución de unos objetivos comunes.
En la escuela se debe sacar los valores en los cuales se pretende educar. Los valores son cualidades atractivas que tratamos de incorporar en nuestro carácter a través de las virtudes. Las virtudes son excelencia del carácter y no se puede hacer una democracia sin excelencias.
La educación de ningún modo puede ser aséptica.
Hay que tolerar y respetar activamente al que es algo diferente. La diversidad es muy rica y de ella se puede aprender muchísimo.
Hay que educar a los niños para que no dañen a otros y no para evitar que tan solo les preocupe hasta dónde puede llegar hacer para que no sea delito. para no decir mentiras, para que no se nos ocurra estar midiendo hasta dónde puedo fastidiar a otro sin que sea delito.
Y para ello existen unas normas éticas universales.
Y ahora yo me pregunto, ¿Qué ejemplo y coherencia han dado esos profesores que no han querido atender a esos niños vulnerables y les han ignorado sin el más mínimo respeto ni educación?
El ejemplo en este caso se lo han dado esas madres y padres que han luchado con uñas y dientes con todo ese maltrato administrativo, siendo un ejemplo para sus hijos a los que han demostrado coraje y valentía para luchar por lo verdaderamente importante y en contra las injusticias, sin duda toda una lección de vida que sus hijos nunca olvidarán.
Mi más sincero reconocimiento para tod@s ell@s por su trabajo y gran esfuerzo, así como para esos pocos profesores y directores valientes que supieron detectar el problema y arrimaron el hombro para buscar soluciones y seguir acompañando a los niños en esta nueva situación.
No dejemos que se hagan invisibles ciertos colectivos y que se silencien estas situaciones de maltrato y pongamos nombre a esta borrasca social para que todos la puedan identificar: EVALOTOFOBIA
LO DAMOS TODO POR TI