Carpeta de justicia

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Mientras escribo estas líneas, estoy volviendo a mi casa en tren, que es algo que siempre me ha gustado. Volver a casa y viajar en tren. Y si vuelvo es porque me he ido a alguna parte. Y sí, me he ido, pero no a cualquier sitio: Hoy teníamos la tradicional comida de Navidad todos los compañeros del despacho. Los de todas las partes del país donde tenemos presencia y que afortunadamente, cada vez son más. Las partes del país y los compañeros.

Y hemos hecho todas estas cosas que se hacen en estas ocasiones, como lo del amigo invisible que en esta ocasión ha consistido en organizar una importante logística para asegurar que a nadie le tocase un regalo procedente de otro compañero del mismo lugar de procedencia. También hemos hecho olas y nos hemos marcado una conga y otros bailes más o menos exóticos, por llamarlos de algún modo. A los bailes. Hemos comido bien, bebido mejor y la verdad, acaba uno la jornada con aquello de que ha sido un gran día. Y lo ha sido de verdad. No lo digo para quedar bien, que a mis años ya no necesito hacerle la rosca a nadie.

Pero lo más importante que hemos hecho y seguramente sin darnos demasiada cuenta, es hablar, darnos abrazos y otros achuchones; vernos las caras, conocer a los nuevos, recordar a los caídos, compartir experiencias y vivencias de todo tipo. Por supuesto que profesionales, pero también personales. Y esto es lo mejor… porque aprendemos unos de otros, ponemos caras a gente que aún no conocíamos, aprovechamos para resolver cuestiones pendientes, deshacer malentendidos y otros entuertos.

En pocas palabras, nos damos cuenta de que no estamos solos en este mundo y que en todas partes cuecen habas. Y esto que puede parecer insignificante, en realidad es lo más grande y lo que nos hace también grandes a todos, sin excepción.

Y sí, no todo son flores, ni todo es de color de rosa. Pero estos encuentros ayudan a encontrar remedios, formulas de entendimiento y sobre todo, a comprender un poco mejor a los demás.

Asi que vuelvo al hogar con la satisfacción de haber sido parte, una insignificante parte de un episodio trascendente en la vida profesional y personal de un montón de gente. De esa buena gente con la que compartimos profesión y seguramente más cosas de las que imaginamos.




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