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El concepto de «buena persona» es, como ya he explicado en un post anterior —ideal, perfecto y universal—, una construcción mental que hacemos de una persona «bondadosa» y «coherente».

Sabemos que esperar que los otros tengan determinadas respuestas o actitudes para con nosotros es un error porque cuando eso no sucede (con más frecuencia de la que desearíamos), al desengaño se le suma la frustración y el enfado que nos produce la situación (y ya ni hablemos si además hay alguien que nos dice el famoso y nefasto «te lo dije»).

Esto lo saben bien las «buenas personas», y por norma general, ellas no esperan recibir nada a cambio por ser como son.

Sin embargo, no se nos debe escapar el «reconocimiento» hacia las «buenas personas». Algo tan básico como una demostración de gratitud expresa pone en valor a las «buenas personas» y es la vía para hacerles saber que su existencia es para nosotros muy importante.

El agradecimiento y el reconocimiento válida actúa en las «buenas personas» reforzando su personalidad, les hace sentirse valorados y da sentido a su bondad y coherencia.

En efecto, debemos prestar mucha atención pues quien no encuentra reconocimiento a su persona posiblemente acabe modificando su conducta y dejando de hacer buenas cosas.

En el libro Construcción de Paz. Diseño de Intervención en Conflictos he hablado mucho del reconocimiento.
Se trata de un elemento que:  en su aspecto negativo, cuando está ausente puede ser la causa y origen del conflicto y/o el detonante de una escalada de violencia en la disputa; y, en sentido positivo, es decir, cuando el reconocimiento existe operará en los tres niveles que debería —amor (autoconfianza), derecho (autorespeto) y solidaridad (autoestima)—.

Las personas deben lograr desarrollarse y autorrealizarse, en el contexto social, aprendiendo a concebirse a partir de la mirada de las otras personas con las que interactúan y todo ello, bajo el imperativo del reconocimiento reciproco.

El paradigma del reconocimiento se construye a partir de los tres elementos clave:

          Amor: se encuentra en la base de la constitución relacional de la identidad humana. Implica que la persona necesita del otro para poder construir su identidad de forma plena y estable. La finalidad de la vida en sí misma consistiría en que la persona lograse establecer un determinado tipo de relación consigo misma, que le permitiera la autorrealización, en el sentido de autoconfianza.

          Derecho: cuando una persona puede pensarse asimismo como un componente, con sus derechos y obligaciones, de la sociedad que integra. El reconocimiento de derechos de una persona es la contracara de la capacidad para cumplir con ciertas obligaciones. Cuando a la persona se le niegan sus derechos se la está privando de su autoimagen, y la persona se percibirá asimismo sin capacidad moral y sin autonomía. El reconocimiento jurídico conlleva el autorespeto.

          Solidaridad: entendida como la práctica social orientada a permitirle a la persona detectar y percibir cuales de sus cualidades son valiosas en función del logro de objetivos colectivos considerados por la sociedad como relevantes. El reconocimiento social se traduce así en autoestima.

Conclusión, las «buenas personas» pueden cansarse de serlo, hay que cuidarlas y por eso aquí las ponemos en valor, las reconocemos en toda la extensión de la palabra.

Quisiera agradecer a Patricio Marcelo Gandulfo (Argentina) y a Purificación Chorén Pena (España), por la confianza que nos has depositado, lo que me da pie a plantear la pregunta que responderé la semana próxima ¿«Cómo se vinculan el Marketing Reputacional y las #BuenasPersonas»?




Comentarios

  1. Franco

    Totalmente cierto Patricio, me ha gustado mucho el término "tolerar" para lo negativo. Buen enfoque.

  2. Patricio Marcelo Gandulfo

    Tal como has sostenido anteriormente "el bien y el mal son inherentes al ser humano"; eso me recuerda la antigua leyenda que dice que "tenemos una batalla entre dos lobos dentro de nosotros", y que en definitiva gana "aquel que tu alimentes". Las BUENAS PERSONAS reconocen y agradecen lo positivo, al tiempo que transforman y/o toleran lo negativo...

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