El avance de la inteligencia artificial aplicada al mundo legal hace temer a muchos abogados verse remplazados en un futuro por robots. La inteligencia artificial está dando frutos en la realización de tareas rutinarias. En las cuestiones complejas donde la clave es la creatividad ayuda, pero no sustituye al abogado. Pero la tecnología hoy en día es capaz de hacer mucho más que meras tareas rutinarias.
Interesante artículo el que el periodista especializado en nuevas tecnologías Steve Lohr publicaba el pasado 19 de marzo en el New York Times.
En él se hace eco de cómo los avances de la inteligencia artifical en cuestiones jurídicas está alarmando a algunos abogados hasta elpunto de sentirse las próximas víctimas de Silicon Valley.
Sin embargo, las últimas investigaciones apuntan a que la adopción de la IA por los despachos de abogados será lenta e irá tarea a tarea. Los robots no van a sustituir a los abogados. Por lo menos en el corto plazo.
El procesamiento mediante lenguaje natural ha demostrado su utilidad en predecir, por ejemplo, qué documentos son relevantes para un caso (E-dicovery). Otras labores realizadas por abogados como asesorar a clientes, redactar contratos, negociar, parecen lejos de poder computerizarse a corto plazo.
En otro reciente artículo comenté el estudio de Dana Remus y Mr Levy que concluía que aplicando toda la tecnología legal disponible a la vez solo se podrían sustituir un 13% de las tareas que realiza un abogado. Un adopción más progresiva y realista, concluye el mismo estudio, supondría una reducción de tareas del 2,5% anual durante los próximos 5 años. Aunque tareas como la revisión básica de documentos ya ha sido automatizada y externalizada en las grandes firmas. Reduciendo a solo un 4% el tiempo dedicado por sus abogados a esa tarea.
Parecidas conclusiones se dan también para muchas otras profesiones. En enero McKinsey Global Institute concluyó que pese a que con la tecnología actual casi la mitad de las tareas podrían ser automatizadas solo el 5% de los empleos podrían ser completamente automatizados. Respecto al trabajo de los abogados, el estudio fijaba en un 23% las labores de un abogado que se podría automatizar.
Algunos expertos estiman que la automatización de tareas en el mundo legal será cosa de una década o dos, no de un año o dos. Los abogados con altas remuneraciones se dedicarán a tareas complejas y de alto valor añadido mientras que el resto de tareas serán realizadas por otros perfiles no legales o por la tecnología.
Las empresas a menudo no están dispuestas a seguir pagando altas minutas a los despachos de abogados que dedican abogados juniors a realizar trabajos rutinarios. Ese tipo de tareas ya se están automatizando o externalizando a proveedores externos como Axiom, Elevate o las grandes firmas de auditoría.
Impacto para los próximos años impredecible
El ritmo de mejoras producido por la tecnología es impredecible. Durante años los economistas especializados en empleo dicen que los trabajos rutinarios como los de una fábrica pueden reducirse a un conjunto de tareas que pueden automatizarse. Asumen que profesionales, como los abogados, están a salvo porque su trabajo gira mucho entorno al lenguaje. Pero los avances en inteligencia artificial están revertiendo esas asunciones. Por eso los grandes despachos, percibiendo el riesgo a largo plazo, están poniendo en marcha inicitivas para entender las tecnologías emergentes para adaptarlas y usarlas.
Dentons, una firma global con más de 7.000 abogados, creo Nextlaw Labs en 2015. Además de monitorizar las últimas tecnologías ha invertido en 7 start-ups tecnológicas para asuntos legales
El mes pasado Baker McKenzie estableció un Comité de Innovación formado por socios senior para hacer seguimiento de las nuevas tecnologías legales y establecer una estrategia.
Más de 280 start-ups tecnológicas legales han conseguido 757 millones de dólares de financianciación desde 2012 según la empresa de investigación CB Insights.
Cada una de estas start-ups suele focalizarse en un área del derecho, derecho concursal, patentes, …o en una tarea concreta como la revisión de contratos. Su software aprende a lo largo del tiempo, pero solo después de haber sido laboriosamente entrenado por humanos expertos.
Cuando Alexander Hudek, un informático en cuyo CV se incluyen investigaciones del calado del proyecto del genoma humano, se dedicó en 2011 a la revisión automatizada de contratos estimó que podría hacerse ajustando algoritmos existentes y que le llevaría unos 4 meses. En lugar de eso le llevó 2 años y medio ajustar el software para que pudiera identificar conceptos legales como cláusulas contractuales de no competencia según Hudek, director de tecnología de Kira Systems.
El programa Kira supera el número de documentos leídos por humanos, pero todavía requiere una revisión humana.
Las mejoras de eficiencia pueden ser sorprendentes. Los clientes de Kira dicen que reducen el tiempo que dedican sus abogados a la revisión de contratos entre un 20 y un 60%.
El abogado de Miami, Luis Salazar, socio de un despacho de 5 abogados dedicados al derecho concursal empezó a usar en noviembre software de la start-up legal de IBM Ross Intelligence. Si le preguntas al software por el asunto más similar al que estás llevando el programa Ross revisa miles de asuntos y te da una lista con los más parecidos. Aunque al principio Salazar era escéptico sobre Ross dedicó 10 horas a buscar en bases de datos legales tradicionales para dar con un caso parecido al que tenía entre manos. Ross encontró ese mismo caso casi de forma instantánea. Salazar está particularmente impresionado por un servicio de memorándum legal que Ross está desarrollando. Escribes una pregunta legal y Ross devuelve al día siguiente una respuesta resumida de la pregunta seguida de una explicación de la respuesta más detallada en dos páginas. Los resultados no pueden diferenciarse de los escritos por un abogado según Salazar. Según él los resultados dan miedo porque si siguen mejorando mucha gente podría perder su trabajo. No todavía, dice Jimoh Ovbiagele, director de informática de Ross. El programa es muy bueno identificando las claves de la pregunta y las sentencias, pero no redactando la respuesta. Son humanos quienes escriben el memorándum en base a la información proporcionada por Ross. Por eso Ross “devuelve” la respuesta al día siguiente. Los ingenieros de Ross están tratando que Ross puede redactar completamente la respuesta, pero dicen tener un largo camino por delante hasta conseguirlo.
El final de una manera de trabajar
James Yoon, un abogado de Palo Alto, California, fija en 1999 el momento más álgido, y también el comienzo del fin, de la forma de trabajar tradicional de los abogados. Un caso importante de patentes podía necesitar en aquél tiempo la dedicación de 3 socios, 5 asociados y 4 paralegales. Hoy en día un caso similar puede requerir un socio, dos asociados y un paralegal.
Dos factores obvios han conducido a esta reducción de los recursos necesarios. El ajuste del gasto en temas legales por parte de los clientes y la automatización y digitalización de ciertas tareas como la búsqueda de documentos. Yoon usa programas como Lex Machina y Ravel Law para fijar la estrategia en sus juicios de patentes. Estos programas escrutinan sentencias y otros documentos para establecer perfiles y predicciones respecto a jueces y abogados. Como cuáles son las probabilidades de que un juez apruebe una medida o si la parte contraria suele ir a juicio a menudo o si tiende a llegar a acuerdos extrajudiciales. El software inteligente, dice el señor Yoon, está cambiando la forma en cómo se toman las decisiones y está cambiando la profesión.
Pero el impacto en el empleo le parece que está lejos de tareas que vayan más allá del E-Discovery. La tecnología de análisis de información está ayudando al abogado en lugar de remplazarlo. El trabajo que más tiempo le lleva al señor Yoon implica estrategia, creatividad, empatía, …tareas que todavía no pueden automatizarse.
El señor Yoon, que tiene 49 años, facturaba en 1999 400 dólares la hora. Ahora factura 1.100. Según él de momento los clientes están dispuestos a pagar por la experiencia que tiene, pero no por tareas rutinarias. El problema es, según él, que la tecnología hace más que meras tareas rutinarias.