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Hace un tiempo, en los departamentos jurídicos de las empresas y en las relaciones entre el cliente y su abogado externo, el ecosistema de la actividad industrial del cliente y el marco normativo se trataban como compartimentos estanco, esto debido en gran medida a que los abogados a veces presentaban una capacidad limitada para integrar las preocupaciones de la estrategia empresarial y de la gestión organizativa dentro de su asesoramiento jurídico como técnico. 

Sin embargo, en los últimos años, y debido mayormente a los efectos de la crisis económica en todas las actividades, el quehacer para el abogado ha ido evolucionando dejando la monotonía de ser simples técnicos legales a ser también un socio estratégico, lo cual ha propiciado a un contubernio empresarial por la unión dos perfiles, la abogacía y el de la consultoría, uniendo ambas fortalezas y dando un servicio mucho más completo, que cubre las necesidades del mercado y las expectativas del cliente.

Dotado así el profesional de una serie de capacidades para la comprensión de un lenguaje especializado, así como la experiencia y habilidad de identificar y captar los problemas, da como resultado una relación profesional de mayor confianza logrando que el cliente alcance de una manera más eficiente y cómoda los objetivos estratégicos, financieros y operacionales que se encuentran fijados en su propia misión y visión.

La estrategia de negocio del cliente

Hace unos años, pocos abogados de negocios consideraban la estrategia de negocio de su cliente como parte del trabajo de letrado. La estrategia no se enseña en la universidad, y requiere toda una predisposición al servicio que tiene que ver también con un enfoque ético.

Ya no basta, a los abogados se les enseñaba a identificar el problema legal, aplicar la regla dentro de un análisis objetivo y ofrecer una conclusión convincente; dentro del marco de ser un “gran abogado”, lo cual hoy día resulta claramente insuficiente.

Es un hecho que los clientes necesitan un abogado que comprendan su estrategia empresarial. En raros casos el cliente no explica esto cuando trata de entregar un caso al profesional, pero el abogado tiene que posicionarse por sí sólo ofreciendo este tipo de servicio, sin que se le pida de un modo expreso, explicando qué puede hacer por el cliente y su actividad, orientándole no sólo en lo estrictamente legal y jurídico, sino dentro de una estrategia completa que incluya, la mayor parte de las veces, aspectos fiscales y de riesgo comercial.

El Wall Street Journal desde hace tres años pudo identificar que los abogados de negocios que entienden la estrategia tenían una ventaja competitiva: los banqueros, los consultores y los técnicos de comercio ya no son los únicos profesionales que buscan reforzar sus habilidades de negocios para operar con ventaja competitiva en estos días. En un número creciente de bufetes de abogados, los mejores abogados estaban siendo capacitados en el negocio o en la industria de sus clientes o potenciales clientes, a través de cursos de educación ejecutiva diseñados para fortalecer la gestión y habilidades empresariales.

Incorporar el equipo legal en las decisiones

Uno de los modos de trabajar que están resultando más efectivos en este nuevo tipo de asesoramiento pasa a través de incorporar el equipo legal a todo tipo de decisiones -desde el marketing hasta las tributarias- para que sean capaces de tutelar la legalidad de todo el arco de decisiones empresariales desde su origen.

A menudo, los abogados internos y externos se ven en la necesidad de hacer didáctica de las brechas legales de los planes cotidianos de la empresa, que incluyen desde cuestiones de propiedad intelectual, privacidad y asuntos informáticos, a verdaderos problemas de posible litigiosidad en los tribunales. En este escenario de tutela, no es extraordinario que los diversos departamentos de las empresas se quejen de que los abogados no entienden los objetivos comerciales, o son demasiado reacios al riesgo: ahí entran las capacidades estratégicas de abogado, y su necesaria habilidad para combinar una estricta revisión legal de la dinámica empresarial, con el rumbo económico y financiero a nivel corporativo. Se trata de no hacer perder “fuelle” a los diversos departamentos, es más, impulsarlos desde la rectitud legal.

Hemos de darnos cuenta de que podemos apostar por un asesoramiento normativo que acoja los objetivos empresariales de nuestro cliente sin restar un ápice al rigor del trabajo de la abogacía. Es la hora de abogados mucho más completos, más informados y más dinámicos, que ayuden al sector de los negocios a alcanza mejor sus objetivos y contribuir de este modo al desarrollo sostenible desde el punto de vista jurídico, cosa que redunda en la estabilidad del total de la realidad en la que nos movemos.




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