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En 1989, año en el que me inicio en el ejercicio de la abogacía, se estrena la película “Licencia para matar”, la decimosexta película del agente James Bond, el conocido “Agente 007” siempre, al servicio de su Majestad. La protagoniza Timothy Dalton. Con pequeños oceánicos matices, una premonición.

He repasado el plan de estudios de aquella época, las asignaturas de cada curso, también los de épocas recientes, por si eso del Plan Bolonia la había introducido, y no he encontrado ninguna relacionada con la técnica de la mentira, «expresión o manifestación contraria a la verdad, a lo que se sabe, se cree o se piensa.». También he echado una ojeada al actual “Plan Docente de formación inicial” y a alguno más o menos antiguo, de la Escuela Judicial, no he encontrado nada al respecto.

He acudido a la “Universidad de la vida”, esa que tantos doctores da al mundo, y en su biblioteca he encontrado un par de ejemplares antiguos, muy antiguos; uno sin datar, según se me dice, coetáneo de los Reyes Católicos, “Tragicomedia de Calisto y Melibea”; el otro, data de 1554, “La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. El bibliotecario, jocoso él, me dice: abogado, esos libros que tienes en tus manos, son el “Castán” y el “Enterría” de esta Universidad; mira a ver si aprendes algo de verdad. Le he preguntado donde nació y ha vivido; me dice, no en Salamanca. Yo sí, amigo, Lázaro y su ciego, de niño me enseñaron a contar con uvas, no de una en una, sino de tres en tres, pues hay quien las coges de dos en dos; y en mi primera juventud, Celestina me enseñó, …, no debo decirte lo que esta mujer me enseñó. Más tarde amigo, me licencié en Derecho, en esta ciudad “que no presta, lo que la naturaleza no da”, y estudié el Castán, y el Enterría. Debo decirte, amigo bibliotecario, que también hice la mili.

Y viene el sevillano, “El Abogado 007, con licencia para mentir” al servicio de su bolsillo, y con su labia pretende engañarme. A fecha concreta, si una Asociación de profesionales no migra la información de una plataforma informática a otra, la primera deja de funcionar, y lógicamente, si no paga el precio correspondiente a los servicios a recibir, la información de la asociación se perderá. La cuestión es sencilla, se paga y en paz.

Bueno, no es tan sencilla. Cuatro meses y medio atrás hubo un cambio en la Junta Directiva de la Asociación, salieron de ella los cargos directivos, quienes disponían y disponen de tres tipos de clave: las de acceso a la banca electrónica de las cuentas bancarias de la Asociación; las de acceso a la plataforma informática y, la más importante, sólo ellos saben cómo se ha de hacer esa migración de información.

Usando la lógica, cabe pensar, unos salen, otros entran; los salientes, como vemos en la televisión cuando hay un cambio de ministros, les pasan sus carteras a los entrantes, y la vida sigue. Pues no; los salientes, sin soltar las carteras se ponen a la entera disposición de los entrantes y les plantean la cuestión de la migración de la información. Conversación va, conversación viene. Es que,…,quien realiza las labores administrativas de la Asociación cobra “en negro” y tenéis que subirle el sueldo; es que, ….., no existe registro de ingresos y gastos; es que,…, no hay justificantes documentales de los gastos; es que, …, no se cumple con Hacienda; es que, …, es que, es alucinante. Y muy entretenido. La Asociación no puede inscribir en el Registro de Asociaciones los nuevos cargos porque, mire usted por donde, en el Registro no constan las modificaciones que en el tiempo ha habido en la Junta Directiva. Los nuevos cargos ven como el banco les impide el acceso a las cuentas de la Asociación por el mismo motivo.

Ni una mala palabra; ni una buena acción. El hartazgo llega; se requiere formalmente a los cargos salientes la entrega de la documentación legal y contable, los archivos de la Asociación, las claves de acceso a la plataforma y a la banca electrónica, que, al fin y al cabo, con las claves se puede soslayar el reconocimiento por el banco de los nuevos cargos de la Asociación. Una abogada catalana telefonea y remite un correo electrónico: de buen rollo, pero es que me voy de vacaciones. Para ya le va un correo electrónico. Paciencia hermano, que las vacaciones terminan. Oye colega; la colega no oye, un contestador automático da un correo electrónico para ponerse en contacto con ella. Otro teléfono, un administrativo indica que la colega no está disponible, que no puede facilitarnos el teléfono móvil, que bueno, vale, que sí. Estimada compañera, creo que así empezaba el segundo correo electrónico. La hostia castellana es aquella que, de dar una segunda, se comete profanación de cadáver. Y días después, recibimos de ultratumba un correo.

El hartazgo, ya se pasa de la raya, la Asociación celebra una Junta Directiva a través de videoconferencia: se acuerda requerir de nuevo la entrega de las claves y documentación de la Asociación a los cargos salientes y el inicio de acciones legales. Se inician las acciones legales. La primera, complemento a una consulta vinculante realizada a la Hacienda Pública sobre las obligaciones tributarias de la Asociación, y a los efectos de eludir la derivación de responsabilidades tributarias de los cargos entrantes, denuncia tributaria formal a la Hacienda Pública.

Una caja con información es remitida por los cargos salientes, no a quien se les ha indicado, sino a otra persona. Tensiones. Acabará llegando, pero los cargos entrantes exigen que lo sea a una notaría: se abre la caja, fotografías y notas, etcétera. La tarjeta bancaria de acceso a la cuenta de la Asociación llega, inutilizada, con un corte en cada uno de sus lados y los números de seguridad borrados. Sidrerías, marisquerías y otros gastos en establecimientos de restauración sin correspondencia conocida con actividades de la Asociación.

Correo al cadáver catalán: si en tal fecha no recibimos noticias, entenderemos que tus clientes ya no lo son. Llega la fecha. No hay noticia; correo a los cuatro magníficos, “dejen ustedes de jugar … y si contratan un abogado, que sea serio”. De ultratumba llega un correo: este despacho ya no representa a esos señores.

A tres días de la fecha final para la migración de la información de una a otra plataforma, para evitar su pérdida, complemento del correo, se telefonea a quien fuera presidente de la Asociación. Al día siguiente llama el “Abogado 007”, y habla, y habla y habla, y no deja de hablar.

Colega: el hartazgo es grande; estamos aburridos; vamos a plantear una acción penal por aquello de los dineros y por daños, si la información se pierde; vamos a regularizar la cosa con Hacienda; vamos a hacer las cosas como hay que hacerlas. Y habla, y habla y habla. Y me dice lo que he de hacer yo. Pues vale. Pero no vale.

Admito un planteamiento de praxis profesional contrario a la ley, pues cuando uno conoce un delito, presunto o no, lo ha de denunciar. Colega: lavemos la ropa en casa, hagamos las cuentas, contabilicemos ingresos y gastos, regularicemos con Hacienda, …, y si a tus clientes, como a los carboneros, se les ha ensuciado las manos, pues hombre, que lo que estuvo, vuelva a estar, y pelillos a la mar.

Se me vuelve a decir lo que tengo que hacer; pues que no, que arreglen lo de la plataforma, que paguen por banca electrónica la factura y que la información no se pierda; si lo hacen, dame algo a cambio, regularizamos el último año y este; alucino, no para de hablar, ¡que no!

Concluida la conversación me envía un correo ¡con los acuerdos alcanzados!, concluyendo con “se los comunico a mis clientes y ya te diré”. Y a mí, que las cuestiones domésticas no se me dan bien, ¡que pereza! he de explicarle por escrito, hostia castellana va, lo que significa lavar la ropa en casa. Y no te molestes en telefonear ni en mandar correos si los tuyos no han realizado la migración de datos, han pagado la factura con la banca electrónica, y las claves de todo ello se les pasa a los entrantes a la Junta Directiva. Machadianamente, pues “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”, hube de pedir disculpas - por mi torpe aliño, no ya indumentario, sino dialéctico, pues a hombros de Lázaro y Celestina, y consciente de lo recibido de la naturaleza - a este Abogado 007, quien, con las sinapsis neuronales perdidas en el patio sevillano de su labia, confundió, con un par, mi posición, la de mis clientes, con sus pretensiones y las de sus clientes.

No se le hizo ni caso; y mientras, por no atenderle, sin darse cuenta que el tiempo es oro, amenazaba en el orden deontológico, y mientras, mi preocupación en aumento por mi pérdida de facultades – ha debido ser media hostia, no completa, es decir medio muerto, pero, ¿se puede estar medio muerto? -, mientras esto sucedía, desconozco que sucedía en la plataforma y en el banco.

Irónicamente, esto tiene una cosa buena: dice la copla: curas y taberneros son de la misma opinión, (adaptación a los abogados, se sustituye bautizos) cuantos más pleitos haya, mas duros para el cajón.

Y la señora a quien se telefoneó, parte contraía, remite un correo al representante de mis clientes, que si una reunión, que si malentendidos, que si los abogados, … este correo me saca de dudas, no estoy perdiendo facultades; la próxima, de haberla, profanación de cadáver.

Sin ironía alguna, detesto el concepto del “Abogado 007, con licencia para mentir”, tan al uso en la profesión. Vivir de nuestro trabajo, ganar el pan con el sudor de la frente, es nuestro sino, el de todos; soporto,  no admito, fuera de la natural relación laboral o profesional, obtener ingresos a cargo del sudor de la frente del de enfrente. A robar, a Sierra Morena.




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