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Estábamos convencidos de que teníamos razón, pero el camino no ha sido fácil. Casi cuatro años de disputas, de documentos de ida y vuelta, para explicar que nuestra manera de organizar el servicio de Asistencia Jurídica Gratuita no es ningún capricho de los abogados malagueños, sino una necesidad para los ciudadanos.

Si en el Colegio de Abogados de Málaga exigíamos, además de la colegiación, tener despacho abierto en el partido judicial donde se ha de prestar el servicio, además de porque así lo prevé la Orden Ministerial de 3-06-97, es por sentido común, ya que los beneficiarios, que además son personas desfavorecidas o que requieren una protección especial, necesitan una respuesta inmediata, de urgencia. Por eso los abogados deben estar lo más cerca posible de ellos.

De manera sorprendente, tanto la Agencia Andaluza de Competencia como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia mantenían que la citada Orden Ministerial no estaba en vigor y además no les era de aplicación. Ante esta situación, obtuvimos una certificación de vigencia por parte del Ministerio de Justicia y defendimos que, al estar en vigor, lo estaba para todos, y por tanto estaba previsto en la legislación el acceso a los servicios de Justicia gratuita y Turno de Oficio.

Además, sin olvidar, como hizo la Agencia de Defensa de la Competencia de Andalucía, que, encontrándonos ante un servicio público, no resulta de aplicación la Ley de Defensa de la Competencia, pues este servicio resulta básico para el Estado de Derecho, al situar en plano de igualdad a todos los ciudadanos con independencia de sus recursos económicos. Siempre mantuvimos que, a un justiciable de Málaga, carente de recursos, no le puede defender un abogado o una abogada de Logroño.

Esta posición, tan simple, fue contestada por la Agencia de Defensa de la Competencia de Andalucía con una multa de 98.215 euros, una cantidad nada desdeñable que además se concebía como un “aviso a navegantes” para el resto de Colegios de Abogados.

El nuestro, el de Málaga, no se amilanó y seguimos adelante. No hacerlo habría supuesto tirar por tierra los principios de la Abogacía: ¿cómo podríamos defender a otros ciudadanos si nosotros mismos no somos capaces de luchar por nuestros intereses, aun estando convencidos de que estábamos en el camino correcto? Normalmente hay que ser valiente, pero en nuestro caso era una obligación. Al menos, así lo entendimos.

La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía nos satisface en todos los extremos porque nos reafirma en la idea de que ser abogado no es un oficio cualquiera. Y así se valora en el propio texto, cuando se señala que los abogados que participan en el servicio de Asistencia Jurídica Gratuita no lo hacen desde una perspectiva empresarial, sino que actúan ofreciendo un servicio público, por responsabilidad y por compromiso con la sociedad.

Por eso no podíamos admitir que se entendiera como un mercadeo, que estaría sujeto a la libre competencia. El objetivo no es ganar dinero –de hecho, las remuneraciones obtenidas son verdaderamente lamentables–, sino estar al servicio de las personas que nos necesitan. 

La Asistencia Jurídica Gratuita goza de un reconocido prestigio por parte de los usuarios, con una nota que alcanza el notable alto. Y esto es así en buena parte porque los abogados que sustentan este servicio son profesionales con experiencia y con vocación, y están disponibles durante las 24 horas del día los 365 días del año. Todos ellos merecen el reconocimiento de las administraciones públicas y de la sociedad.

No puedo acabar estas líneas sin agradecer a los servicios jurídicos del Colegio de Abogados de Málaga y a los del Consejo General de la Abogacía su trabajo y y al propio Consejo su respaldo durante todo este tiempo y muy especialmente tanto a su Comisión de Justicia Gratuita que me he honrado en presidir durante casi cuatro años como a la de Derecho Regulatorio. Sólo con tenacidad, constancia y fe en nuestras posibilidades podremos seguir trabajando para mejorar la Justicia. Insisto: ser abogado no es un oficio cualquiera y, ahora más que nunca, me siento orgulloso de ser letrado del Turno de Oficio.




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