Ana María Castro Martínez
Algo está cambiando. Los últimos tiempos dejan entrever que las mujeres, por fin, han tomado conciencia de lo que son en la sociedad y empiezan a reivindicarlo sin miedo. Y esa férrea pulsión que viene de lejos nos hace creer en el progreso de toda la humanidad apoyándonos en los pasos dados por las antecesoras en esta lucha. Como diría el gran Virgilio Vires acquirit eundo (La fuerza se adquiere avanzando). Analizo seguidamente algunos aspectos llamativos.
En el lenguaje cotidiano se empieza a normalizar el uso de algunos términos, que ya iba siendo hora. Para muestra un botón: siempre me he denominado abogada y es que lo soy porque soy mujer y deviene imposible que pueda ser abogado. La oposición tajante de algunas compañeras cuando me defino así argumentando que el término engloba hombres y mujeres me lleva a acudir al diccionario donde expone que el término puede ser abogada o abogado, en femenino o masculino, utilizando es su definición el vocablo jurista donde ya no hay problema alguno en la discusión porque engloba los dos géneros al usar lenguaje inclusivo. Es algo que no llego a comprender, ser mujer y no querer ejercer como tal. Esto está cambiando y bienvenido sea ya que por fin ha llegado la luz a la terminología.
También entra en el mismo grupo de reivindicaciones el uso de palabas que forman parte de mi vocabulario como jueza o fiscala. Inesperadamente se nombra una fiscala general del estado siendo vox populi la nueva denominación normalizando tal término sin sorprenderse el que lo escucha, se empieza a utilizar de forma natural y no suena extraño a nadie. Los gestos en momentos puntuales de la historia pueden más que mil palabras. En cuanto al número de mujeres que obtienen plazas públicas tras aprobar unas oposiciones las juezas o fiscalas, cuentan las estadísticas, que superan ampliamente a jueces o fiscales, sin embargo los puestos de poder como TS o TC están en minoría claramente, son pocas todavía pero en breve llegarán aportando su visión de género a la trasformación de la sociedad desde los altos estamentos judiciales. Pero están en desigualdad.
En el mundo de la abogacía desconocemos el alcance de ese maremagnum mujer que parece impregnar nuestro espacio vital. Si bien es cierto que la presidenta de la abogacía es una mujer no es menor cierto que, por ejemplo, sea mínimo el número de Decanas de ilustres colegios de abogados siendo apabullante los compañeros que ostentan el cargo de Decano. Igual argumento para las denominaciones de los entes que ya no son colegios de abogados sino de la abogacía. Pocos colegios se han unido a la iniciativa de lenguaje inclusivo.
Ocurre de la misma forma con los denominados grandes despachos donde el número de mujeres que ostenta la presidencia es anecdótico. Otra desigualdad.
Igualmente sucede con las publicaciones de índole jurídica que es desconocido las editoras en este entorno o directoras de publicaciones.
Notarias y registradoras sigue habiendo muy pocas todavía sorprendiendo a la ciudadanía cuando entra en sus dependencias y se encuentra con una mujer al frente.
Contradiciendo lo anterior, las estadísticas informan que en las facultades de derecho se matriculan y terminan con mejores expedientes académicos las mujeres.
En formaciones jurídicas específicas de áreas consideradas masculinas hasta ahora las personas ponentes son mayoritariamente hombres llamando la atención que los datos nos remiten a que en la enseñanza también son mayoría las mujeres independientemente de las áreas a impartir. Cuando forma una mujer en esas áreas masculinas es anecdótico.
En investigación jurídica las mujeres están aportando en un muy alto porcentaje creación, innovaciones, trabajos científicos, descubrimientos...con alto grado de calidad, rigor técnico y aportando su visión desde la perspectiva de género. Es desconocido ese campo femenino.
Mujeres con discapacidad en el ámbito jurídico que soportan la desigualdad de género además de la discriminación por tener la cualidad de mujer con discapacidad no están representadas en juntas directivas de colegios de abogados ni en el aparato de poder de la abogacía ni de la judicatura. Este es otro vacío que debe llenarse en breve.
En cuanto a los salarios está más que demostrado que los hombres en el mundo del derecho ingresan más que las mujeres aunque hay más mujeres letradas y mucho mejor formadas.
No debiera basarse únicamente para llegar a ese equilibrio social de géneros en unos porcentajes de al menos el 50%, sin embargo, esas iniciativas obsoletas han conseguido que estemos representadas en el poder. Ahora queda alcanzar el poder por valía no por cuotas. Las nuevas generaciones están en ello. Y es el tiempo que nos ha tocado vivir y al que debemos adaptarnos.
Esa toma de conciencia del colectivo mujer que vivimos en la actualidad en nuestro país debe ser abordada por las propias mujeres como una oportunidad para alcanzar esas cotas de poder que eran inasumibles hasta hace poco tiempo de forma que aprovechemos este tsunami para acercarnos un poco más a la quimera de la igualdad de sexos en todos los aspectos de la vida. Esto no es posible si no se asume por las propias mujeres que ha llegado el momento histórico del equilibrio y ellas son el motor de ese cambio. En definitiva: asumir que eres mujer, ejercer como mujer, aportar como mujer, exigir como mujer, asumir las responsabilidades como mujer…y todo ello con el único fin de lograr la igualdad.