Carpeta de justicia

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Una de las primeras cosas que solemos hacer cuando vamos al Juzgado a celebrar un juicio, es pasar por un recóndito lugar que conocemos como la Sala de Togas. En las grandes plazas como Barcelona, por ejemplo, la Sala está controlada por un personaje que se ocupa esencialmente de gestionar el tráfico y trasiego de togas de uso comunitario. Es el Señor de las Togas. Este buen hombre, custodia con su vida este peculiar útil de trabajo que tiene clasificado por tallas: pequeñas, medianas, grandes y super grandes. Se supone que las mantiene más o menos limpias, llevándolas al tinte según la pauta y el presupuesto del que dispone el Colegio de la Abogacía. Al señor de las togas, siempre le pedimos la toga de ganar el pleito. Ocurre que los fluidos corporales hacen su efecto de forma inexorable e inevitable a lo largo de la temporada y llegados a esta época del año, algunas togas se aguantan de pie ellas solitas. Y resulta que éstas son las togas de ganar, porque han sido las más usadas, así que dejo a vuestra imaginación el resto.

El señor de las togas, controla además, los ordenadores que el Colegio pone a nuestra disposición para hacer aquél escrito de ultima hora, siempre que nos acordemos de la contraseña. Aunque tampoco hay problema: El señor de las togas es también un artista cambiando contraseñas y haciendo otros apaños informáticos. También maneja la fotocopiadora de forma magistral, consiguiendo fotocopiar todo lo que le pongas por delante. Todo. Se ocupa igualmente de apaciguar nuestra sed de justicia, manteniendo la fuente de agua de la Sala siempre operativa. Sabe y conoce todo lo que se cuece en los Juzgados. Guarda paraguas, cascos de moto, carteras, chaquetas abrigos, carga teléfonos móviles, recoge encargos….Aunque de todos, su más sagrado menester es en realidad, el de gestionar la lotería y demás suertes de azar.

Pero por encima de todo, el señor de las togas es eso, un señor que nos cuida, nos mima y nos ayuda a soportar el día a día. Desde la modestia de estas líneas, mil gracias y eternamente agradecidos, señor de las togas.




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