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Mañana de juicios de la Seguridad Social. Muletas, sillas de ruedas, collarines cervicales, férulas y otros artilugios ortopédicos inundan la sala de espera. Caras melancólicas, ausencia de maquillajes, vestimentas más bien sobrias y lúgubres se apoderan de los beneficiarios del sistema que asistidos por una legión de abogados y graduados sociales tratan de obtener los subsidios a los que aspiran sea probando suerte, sea reivindicando la justicia que se les ha negado en vía administrativa y quien sabe si directamente intentando colar gato por liebre. Al otro lado los malos de la película: El cuerpo de Letrados de la Seguridad Social blandiendo sus Resoluciones Administrativas y los malvados letrados de las Mutuas que funcionan a modo de Guardia Pretoriana del sistema. Junto a todos ellos, un ejercito de peritos, mayormente médicos, que dictaminan supuestamente según su leal saber y entender. En Sala, los jueces tratando de deslindar los tramposos y oportunistas de los que han visto maltratados sus derechos en la vía administrativa previa.

Me tocaba ir de malvado letrado pretoriano. Así que traté, de no significarme demasiado y busqué un lugar donde esperar discretamente a que me tocase entrar para intentar aguarle la fiesta a un contrario. El azar quiso que acabase sentado frente al WC de uso público de la sala de espera. Me refugié en la pantalla del teléfono móvil y en eso estaba, cuando una guarda de seguridad llama mi atención y la de otro compañero cercano pidiéndonos si le podemos prestar una moneda. Sorprendido por la petición, trato de averiguar a cuento de que va esto y nos explica que se ha quedado una persona encerrada en el baño y que utilizando la moneda a modo de destornillador, puede intentar accionar un mecanismo que permite abrir la puerta. Mi compañero es más rápido y le presta un euro. La de seguridad intenta una y otra vez la maniobra sin éxito. Dentro, se oyen los lamentos del encerrado que empieza a ponerse nervioso. A todo esto aparece un perito médico. Es un varón joven, de aspecto atlético, fuerte. Intenta abrir la puerta a capela, sin euro ni nada, a base de tirar fuertemente del tirador de la puerta. Y en uno de los tirones, lo consigue: Consigue arrancar literalmente el marco de la puerta de la pared, con el sacrificio simultáneo de un par de baldosas del alicatado. En medio del estropicio aparece asustado el enjaulado que balbucea unas palabras de agradecimiento y desaparece de la escena, haciendo mutis por el foro.

El perito acababa de demostrar su extraordinaria versatilidad. Lo mismo es capaz de hacer un sesudo dictamen científico que liberar al oprimido. Esto si, siempre fiel a su juramento hipocrático, propiciando el beneficio de quien precise de su arte y conocimiento.

Le faltó tiempo a la de seguridad, para poner un cartel manuscrito que decía: “Fuera de uso”. Disculpen las molestias.

También desde los baños puede liberarse a los justiciables.




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