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El origen del Design Thinking se ubica en los años 50 y en la Universidad de Stanford en EE.UU., pero es realmente en los años 90, de la mano de David Kelley cuando comienza a concebirse tal y como hoy lo conocemos. En los años 90 también profesores de esta misma universidad comienzan a investigar en las aplicaciones de esta metodología al ámbito legal. Paralelamente a esta escuela norteamericana, en Helsinki varios investigadores de distintas especializaciones, jurídica, diseño, etc. desarrollan trabajos centrados sobre todo en el llamado Visual Design Thinking y su aplicación al sector legal.

Es una disciplina

Hoy hay ya cierto consenso respecto al nombre a utilizar para denominar al conjunto de metodologías que ayudan a resolver problemas legales, entendiendo por tales, los que se refieren al funcionamiento del sistema legal o de los prestadores de servicios jurídicos, Legal Design Thinking (LDC).

La palabra “problema” debemos entenderla no en el sentido tradicional, como algo negativo, sino en uno más amplio, como reto o situación susceptible de mejora a través de la creatividad. Esta actividad es el eje sobre el que se articula el Design Thinking.

El otro eje principal de la disciplina del Design Thinking es el cliente, el usuario, el destinatario del servicio, del contrato, de la norma, de la sentencia. En resumen, el Legal Design Thinking es una disciplina que se encuadraría en la heurística y que tiene como objetivo principal, la búsqueda de soluciones a problemas a través de la creatividad poniendo siempre en el centro de la actividad a las personas.

Y ¿para qué se está utilizando?

Para múltiples finalidades. Veamos a continuación alguno de los usos y ejemplos para los que esta metodología puede sernos útil a los juristas: 

  1. Comenzando por las más abstractas, el LDC se utiliza para reflexionar sobre el futuro de organizaciones, del sector público o privado: en entornos tan cambiantes los líderes de las organizaciones del sector legal necesitan analizar, reflexionar y definir sus líneas estratégicas involucrando a los responsables de las áreas críticas: gestión de personas, del conocimiento, tecnología, comunicación, etc. A través del LDT y de varias de sus herramientas puede facilitarse esta tarea apoyando a las organizaciones a entender y definir mejor su futuro. 
  2. Además, se está utilizando para dar vida a nuevos productos o servicios: una metodología que ayuda a co-crear, integrando a especialistas de diversas disciplinas, profundizando en el conocimiento del cliente y de sus necesidades y explorando diferentes caminos, poniéndolos a prueba y haciéndolos visibles, permite definir con muchas más probabilidades de éxito cualquier nuevo producto o servicio. 
  3. También se usa para solucionar problemas organizacionales, como por ejemplo, cambios que afectan a equipos de trabajo, definición de puestos y asignación de tareas, etc. 
  4. Uno de los casos de uso más claros es el de apoyar el desarrollo de aplicaciones informáticas: sitios webs, apps, etc.
  5. Y finalmente, el caso de uso que a nosotros más nos motiva a pensar que el LDC puede ser un catalizador del cambio que la sociedad está pidiendo a los juristas es de su aplicación a la mejora de la experiencia de usuarios y clientes en la contratación de productos o servicios. El LDC permite diseñar (nótese que usamos este término y no el habitual de redactar) procesos de precontratación y contratación capaces de generar más satisfacción en el usuario, integrando por ejemplo tecnología o a través del diseño de documentos precontractuales y contractuales, que sirvan para mucho más que simplemente plasmar en un papel una serie de acuerdos, sino que además permitan: identificar necesidades e insights de todos los “clientes” reales de ese contrato (que normalmente no son sólo las partes firmantes).

¿Y cómo puedo formarme en esta disciplina?

A la hora de redactar este artículo, no hemos logrado encontrar ninguna universidad ni centro de formación continua que la haya incluido en su cartera de cursos, por ello, nuestro consejo es ilustrarse a través de los numerosos materiales: presentaciones, videos y otros recursos que están disponibles en internet y que son gratuitos. Desde el Instituto de Innovación Legal hemos sido pioneros en introducir en España la disciplina adaptándola a las necesidades de nuestros profesionales. En concreto hemos diseñado talleres y  ofrecemos además para despachos y grandes empresas la organización de un Legal Design Challenge in-house, una experiencia muy interesante, que  combina la enseñanza teórica a través de dos talleres con la aplicación práctica de lo aprendido, compitiendo además los participantes en un concurso.  Todas las actividades se personalizan para cada organización y los ejercicios prácticos se adaptan a las necesidades del despacho, empresa u organización con la finalidad de que los alumnos obtengan gracias a la formación las habilidades y conocimientos que se hayan identificado.




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