Diversas investigaciones muestran que los abogados tienen que lidiar con un perfeccionismo y un pesimismo, que si bien les entrega éxito profesional, los hace muy vulnerables a traumas indirectos, abuso de alcohol y problemas de salud mental.
Sofía Martin Leyton
Abogados, depresión, suicidio y estigma (1a parte) fue un artículo publicado en Idealex.press (y que tuvimos la ocasión de reproducir en Law&Trends) que ha suscitado un gran interés en lectores de habla hispana.
La falta de estudios sistemáticos e investigación médica sobre la abogacía en esta parte del planeta es evidente, a diferencia de lo que ocurre en países anglosajones. En un artículo publicado por CBC News, titulado “‘The impact on society is enormous’: In legal profession, depression, addiction hurt clients, too” (“El impacto en la sociedad es enorme: en la profesión legal la depresión o las adiciones también lastiman a los clientes”), la periodista canadiense Nicole Ireland desarrolló el tema del estigma que enfrentan los abogados —mucho mayor al de otras profesiones— cuando hacen públicos sus problemas mentales o de adicciones.
“Esa vulnerabilidad no calza con la impresión general que la sociedad tiene sobre los abogados, como duros y ambiciosos, pero la investigación sugiere que están en un riesgo mucho mayor de sufrir depresión, ansiedad o adicciones que el resto de la población, y que incluso pueden estar más susceptibles que profesionales de otros campos de alto estrés, como la medicina”.
Patrick Krill, abogado que lideró la investigación y presentó los resultados en noviembre del año pasado a abogados y estudiantes de Derecho, en Toronto, en un encuentro orientado al desarrollo profesional que organizó la Law Society of Upper Canada.
Refiriéndose al estrés, la ansiedad y la depresión, Krill dijo que este deterioro entre los abogados “ha tenido un efecto dominó, que se desborda hacia otras áreas, desde un adecuado y eficiente funcionamiento de la economía estatal, hasta lo individual: los derechos civiles y la propiedad de los ciudadanos que dependen de los abogados en su vida cotidiana”. “El impacto en la sociedad es enorme y no ha sido, hasta hoy, reconocido ni evaluado”, añadió.
Depresión y estrés
De acuerdo a Joan Bibelhausen, Katherine M. Bender y Rachael Barrett, autores del estudio “Reducing the Stigma: The Deadly Effect of Untreated Mental Illness and New Strategies for Changing Outcomes in Law Students”, la depresión, la ingesta de alcohol y el suicidio ocurren con mucha mayor frecuencia en la profesión legal que en el resto de la población, debido al estigma que provoca en abogados y estudiantes de Derecho tener una “enfermedad mental”, lo que los lleva a no buscar ayuda médica a tiempo.
Uno de los capítulos del estudio trata sobre las causas del estrés en la abogacía. Una de ellas, dicen, es que los abogados hacen su trabajo encontrando una fórmula que permita subsumir una serie de circunstancias a las normas que les son aplicables. De ahí puede provenir la tendencia a verlo todo en términos de que lo que ellos creen tiene que ajustarse a un mundo predefinido, tal como ellos lo perciben y entienden.
Yendo más allá, los abogados usarán su sintonía fina y sus habilidades argumentativas y de persuasión para insistir en la interpretación que a ellos les acomoda. “El abogado es un ser que está más enfocado en derechos y obligaciones que en relaciones personales, emociones y armonía con los otros”, dice el estudio.
Además de este enfoque basado en la aplicación de normas a casos particulares, los investigadores consideraron que el perfeccionismo es otro de los factores fuente de estrés: “Desde que entran a la Facultad, aprenden que los errores les costarán caro. Puede ser la humillación de no haberse preparado bien para una clase donde se use el método socrático; o puede ser perderse un plazo o pasar por alto detalles importantes que terminen en responsabilidad disciplinaria. Como sea, los abogados aprenden que simplemente no pueden fallar”.
La tercera causa que identificaron fue el pesimismo: el Derecho podría ser el único oficio en que el éxito depende de que los profesionales anticipen el peor de los escenarios. “Las mejores demandas anticipan todo eventual daño y los mejores contratos anticipan cualquier posible incumplimiento. En un estudio, aquellos estudiantes que fueron catalogados como personas con permanente actitud pesimista tuvieron mayor éxito académico”.
El pesimismo no sólo permite detectar algo que va mal, sino que también influye en que es más probable percibir lo malo como permanente e inmodificable. Esta negatividad también se relaciona con cómo la sociedad habla de los abogados y cómo éstos se expresan de sus pares.
Esta visión negativa, unida al miedo a demostrar cualquier debilidad que pueda ser aprovechada por terceros, puede gatillar problemas de salud mental.
El “trauma indirecto” puede ser uno de los mayores riesgos del abogado, añade el estudio. Porque aunque no son los primeros en la línea cuando ocurre lo peor, suelen pasar más tiempo que nadie concentrados en los detalles y conversando con quienes sufrieron directamente el trauma. Y como los abogados sienten esta necesidad de ser y verse perfectos, sumados a su tendencia pesimista, se vuelven muy vulnerable a los efectos del trauma. “No muestran debilidad, no procesan el estrés y lo guardan todo muy adentro hasta que se funden”.
Los términos “trauma indirecto” (“vicarious trauma”, en inglés) y “trauma secundario” se usan de manera indistinta para referirse al impacto que causa la exposición continua a experiencias traumáticas de otros, explican los investigadores. Y aunque es particularmente notorio entre profesionales que trabajan en justicia criminal y derecho de familia, abogados de cualquier área de ejercicio pueden sentir los efectos de lo que aqueja a sus cliente.
La importancia del descanso
Aunque no se trata de una investigación orientada a los abogados, un artículo de la Universidad de Bar-Ilan en Israel es plenamente aplicable a la actividad legal. En el estudio se explica que muchos procesos mentales requieren de un tiempo de inactividad y descanso durante el día. “No hacer nada de vez en cuando sería beneficioso para recuperar parte de la motivación perdida, así como mejorar la atención, fomentar la memoria y amplificar la creatividad”, era una de las conclusiones, se lee en una nota publicada en el sitio Equipos&Talento.com.
En la investigación, llevada a cabo por Shira Baror y Moshe Bar, se concluyó que el caos, el desorden y el desgaste mental perjudica los procesos creativos. A un grupo de voluntarios se les pidió rellenar una serie de espacios en blanco con las primeras ideas y palabras que se les vinieran a la cabeza, al mismo tiempo que lidiaban con instrucciones de memorizar una serie de números. Mientras más carga memorística tenían, menor era la creatividad que pudieron mostrar: disminuía de manera progresiva la originalidad y se recurría a respuestas estadísticamente más comunes.
El experimento también mostró que sin importar cuánto tiempo tardaron los participantes en responder, el grupo que debió memorizar más números tuvo procesos más lentos de respuesta.
Algunas de las acciones sugeridas para contrarrestar estos efectos fueron practicar meditación, tomar el control de los horarios y dejar de lado el autocontrol en los momentos de liberación mental.
Reproducción autorizada por Idealis Lex Reports. Ver artículo original
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